El programa ‘Paz con Flow’, impulsado por La Tenda Di Cristo, busca reducir los factores de riesgo asociados al consumo de drogas en jóvenes del suroriente de Ciudad Juárez, a través de talleres de música, oficios y desarrollo personal.
Por Elizabeth Ramos / YoCiudadano
Ciudad Juárez, Chihuahua. – Desde 2024, la organización La Tenda Di Cristo impulsa el programa Paz con Flow, que busca reducir los factores de riesgo relacionados con el consumo de drogas en adolescentes y personas jóvenes de 12 a 24 años que viven en el suroriente de la ciudad.
Con apoyo de la Fundación Gonzalo Río Arronte, La Tenda Di Cristo atendió en 2024 a 200 jóvenes en riesgo de consumo de sustancias psicoactivas y a 100 de sus familiares o integrantes de sus redes de apoyo, con actividades deportivas, culturales, musicales, laborales, educativas y de desarrollo humano.
El programa es implementado en siete colonias del suroriente: Parajes de Oriente, Carlos Castillo Peraza, Fray García de San Francisco, Parajes del Sur, Carlos Chavira Becerra, Manuel J. Clouthier y Sor Juana Inés de la Cruz.
Alejandro Sapién, coordinador del programa, explica que se eligieron estas colonias por ser de atención prioritaria, ya que presentan los índices más altos de violencia, desigualdad social y de narcomenudeo.
Yo Soy Rediseño Social: un espacio de esperanza para las juventudes en riesgo
Sapién expone que el programa surgió al detectar la escasez de iniciativas de prevención contra las adicciones en el suroriente, donde las instituciones públicas se ven sobrepasadas por la magnitud del problema. Además, subraya que esta zona alberga la mayor cantidad de población juvenil.
Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el suroriente habitan 430 mil 587 personas, de las cuales 107 mil 771 corresponden a infancias, adolescentes y jóvenes en edad escolar de los 6 a los 17 años.
De acuerdo con Sapién, el programa no solo busca reducir los factores de riesgo de consumo, sino también fortalecer los factores de protección para una vida libre de adicciones y de violencia.
Para lograrlo, los facilitadores del programa realizan diagnósticos, mapeo de actores y actividades de cohesión social con la comunidad en escuelas, centros comunitarios y parques, para identificar a adolescentes y jóvenes en riesgo de consumo de sustancias.

Una vez que son invitados al programa, explica Sapién, los jóvenes son atendidos por consejeros en adicciones, psicólogos y un educador que les brindan pláticas informativas sobre prevención de adicciones, talleres de crecimiento y desarrollo humano, y actividades socioeducativas. Además, tienen la posibilidad de capacitarse para aprender un oficio, como cocina, panadería y barbería.
Sapién explica que los consejeros y el facilitador familiar también llevan a cabo actividades de integración comunitaria y procesos reeducativos con las familias de los jóvenes.
Aunque el programa está enfocado en adolescentes y jóvenes en riesgo de consumir drogas, en casos extraordinarios también trabajan con jóvenes que ya consumen o que requieren internamiento u otros procesos.
La música como medio de expresión y prevención
El taller de composición musical es la pieza esencial de Paz con Flow, ya que ha sido un elemento atractivo para las juventudes y un medio de expresión para que narren y canalicen sus emociones, sus energías y sus vivencias en letras y canciones.
Aarón Blanco, también conocido como Ablah Les, productor musical del programa, explica que a través de los talleres los jóvenes aprenden composición lírica y musical, producción de mezclas y masterización, así como producción musical con el uso de samples, loops y secuencias.
Con estas herramientas y a través de dinámicas de reflexión, los jóvenes escriben y componen las letras de sus canciones, en las que narran sus pensamientos y experiencias.
“Cuando vienen a aquí y desean rapear sobre su realidad, yo dejo que se expresen, que se suelten, que se liberen y siempre les digo que hay diferentes géneros que explorar”, comenta Aarón.

El programa, dice, busca que los jóvenes desarrollen sus habilidades en la música urbana, como el rap, el hip hop y el trap, pero también pueden explorar otros géneros como el rock, los corridos tumbados y hasta las cumbias.
Sapién comenta que a través de las canciones han logrado identificar las necesidades, los intereses y las problemáticas que viven los jóvenes del suroriente. Además, es una forma de generar confianza y escucharles.
“En lo musical encontramos que los jóvenes se sienten seguros y en confianza de expresar todo lo que ellos viven: sus contextos, sus batallas, cantan sus experiencias de vida, su cotidianidad, lo que han vivido con sus familias y en el barrio”, agrega Sapién.
Cristián Pérez, un joven de 18 años originario de Puebla y exusuario de drogas, llegó hace cinco meses a Ciudad Juárez junto con su padre, en busca de oportunidades y un cambio de vida. Desde los 11 años, cuenta, vivió con su abuela materna porque su padrastro ejercía violencia familiar.

En medio de un contexto marcado por la violencia, el consumo de drogas duras, la falta de recursos y las escasas oportunidades de retomar sus estudios, Cristián deseaba escapar de esa realidad, lejos de los ambientes que lo llevaron a consumir sustancias desde los 11 años.
Desde la cabina de grabación, Cristián habla de lo mucho que le costó dejar las drogas y de lo tranquilo que se siente ahora con sus nuevos amigos, mientras retoma sus estudios de secundaria y asiste a los talleres de panadería y música.
“Estando aquí en Tenda me siento bien, me siento tranquilo y más por el compañerismo que se da acá, más que nada con las personas que me rodean, que me están apoyando. Es una sensación inexplicable”, cuenta Cristián.
Actualmente planea escribir una canción que cuente su historia y los obstáculos que ha enfrentado, con el fin de motivar a otros jóvenes a no consumir drogas y buscar ayuda.

Aarón explica que la mayoría de los jóvenes que llegan al programa vienen de contextos donde perpetúa la violencia, el abandono familiar, la depresión, la desigualdad social y el consumo de drogas.
A esto se suma la estigmatización que hay hacía los jóvenes, la falta de espacios para su desarrollo y de redes de apoyo que les motiven a cambiar su pensamiento, dice.
Algo positivo que ha dejado el taller, agrega, es que los jóvenes lo consideran un espacio seguro y cada vez se apropian más de las actividades: “Nos damos cuenta de que, en vez de estar en la calle, prefieren venir y estar aquí”.