julio 4, 2024

Discriminación, omisiones y falta de políticas públicas: el calvario del embarazo de una mujer drogodependiente

Además del riesgo de que su bebé presente Síndrome de Abstinencia, los embarazos de las mujeres drogodependiente son un viacrusis que atraviesa desde la discriminación llana a la ausencia de políticas públicas en materia de salud

Con 12 años de experiencia, Julián Contreras, Coordinador de la Iniciativa con Personas que se Inyectan Drogas de la asociación civil ‘Compañeros’, que se dedica a brindar diferentes tipos de ayuda a personas usuarias de drogas, asegura que en Ciudad Juárez existe una grave carencia en materia de programas y políticas públicas enfocados a la población drogodependiente, principalmente a las mujeres embarazadas.

Uno de los factores principales que causan la ausencia de apoyos por parte del gobierno, o de más asociaciones civiles, es el poco conocimiento que se tiene sobre la cantidad de mujeres embarazadas drogodependientes, así como datos de bebés con Síndrome de Abstinencia Neonatal.

El informe de los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) 2011, remarca que, para que los programas de prevención y tratamiento de las adicciones funcionen idóneamente o se creen nuevos, “deben estar sustentados en la información, la cual deberá ser confiable, científicamente sustentada, que dé cuenta de las características del fenómeno de los factores que indicen en las adicciones desde la disponibilidad de las substancias, las de mayor consumo, la percepción de daño y riesgo”.

Aún para Compañeros, es muy difícil llevar un registro exacto de este grupo específico, ya que la mayoría de veces se enteran de estos casos cuando sale a trabajar a campo, haciendo complejo darle el seguimiento necesario a las usuarias de drogas embarazadas.

“Ordinariamente, son pocas las mujeres que vienen a la organización y tienen que ver con la misma dinámica de la adicción. Es muy frecuente que las mujeres sean quienes generan más recursos para conseguir droga, ya sea por el trabajo sexual o por la posibilidad que su cuerpo les da para generar dinero…por ello, es difícil tener un calculo exacto de a cuántas les demos servicio”, explicó David Montelongo, Coordinador de Proyectos en Compañeros.

Asimismo, Contreras reconoce que “no hay un estudio que se haya realizado para medir el número de mujeres en esta situación, pero sí es recurrente que vengan a recibir algún tipo de servicio y que digan que les tienen a su hijo retenido en el Hospital de la Mujer porque nació con el cuadro de abstinencia, o que se los quitó el DIF y que están en esa situación legal por el consumo de las drogas”.

Según sus cálculos, siete de cada 10 mujeres que reciben los servicios del programa, viven casos similares y muchas de ellas han comentado que se les ha negado el acceso al Hospital de la Mujer por su condición, obligándolas a dar a luz en la calle o en alguna tapia.

“La verdad es que sí hay muchos casos de mujeres que se han enfrentado a esa burocracia y que han tenido que dar a luz en condiciones muy complicadas”, agregó Contreras.

Algunas de las estadísticas que sí se tienen, son acerca de la cantidad de mujeres adictas a distintas drogas, las sustancias que más consumen y zonas geográficas donde se concentra un mayor consumo. Por ejemplo, los resultados de la ENA contienen esta información, aunque la última actualización fue del año 2011 porque la del 2016 no se encontraba lista para su publicación.

Dicho informe recopila datos de otros organismos enfocados en el tema de drogas y adicciones, como el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (Sisvea), que detectó, en 2009, un incremento en la cantidad de mujeres consumidoras de heroína, cuya mayoría se concentra en el norte del país.

Con el fin de conocer las cifras oficiales de mujeres embarazadas usuarias de drogas y de recién nacidos con Síndrome de Abstinencia, se contactó a la Jurisdicción Sanitaria II de la Secretaría de Salud, no obstante, la dependencia no proporcionó la información a pesar de haberlos contactado en repetidas ocasiones.

La vocera de la jurisdicción, Linda Sepulveda, especificó que solamente cuentan con datos de recién nacidos con Síndrome de Abstinencia, en el Hospital Infantil.

‘Aunque tratemos de dejar la heroína y cambiar nuestra vida, nos discriminan igual’

Cuando Yolanda supo que estaba embarazada, recuerda, la invadieron muchas preocupaciones, pues, a pesar de haber dejado de consumir heroína, todavía se encontraba en proceso de rehabilitación en la Clínica de Metadona que está en la ciudad, lugar donde suministran la sustancia a drogodependientes para disminuir los efectos secundarios que trae consigo el síndrome de abstinencia.

Temiendo por la salud de su bebé, pidió que le dejaran de suministrar metadona, pero los médicos le explicaron que dejarla podría traer consecuencias más graves. Por ello, Yolanda, durante todo su embarazo, continuó acudiendo a la clínica por su dosis diaria.

“Yo me alivié el miércoles 3 de diciembre del 2014, en el Hospital de la Mujer. Fue parto normal y me dijeron que el niño había nacido con Síndrome de Abstinencia”, cuenta Yolanda.

Aún así, le dijeron a la madre que en una semana su hijo iba ser dado de alta. Ella, mientras tanto, asistía todos los días a verlo y a firmar una lista donde comprobaba su asistencia, que después sería revisada por la trabajadora social que estaba a cargo de su caso.

“O sea, aunque vayamos a la medicina (a la Clínica de Metadona) y estemos tratando de cambiar nuestra vida y ya no depender de la heroína, ellos lo toman igual, nos discriminan igual. Es como si no estuviéramos haciendo nada”, menciona.

Yolanda se sintió aun más preocupada cuando las enfermeras le dijeron que su hijo tenía Hepatitis C. Después de haber experimentado todos los sentimientos que puede tener una madre al saber que le transmitió una enfermedad a su hijo, solicitó que le entregaran los resultados del examen de sangre. Sin embargo, dice, al infante nunca se le hizo la prueba.

“Al niño lo tenían aislado porque según ellos, el bebé tenía Hepatitis C, cuando en realidad no le hicieron ningún examen para determinarlo. Como yo lo tengo, por eso dijeron”, asegura.

Los médicos, después de hacerle la prueba, le dijeron a Yolanda que su hijo no tenía la enfermedad.

Esta acción por parte del personal del Hospital de la Mujer, le mostró a Yolanda que “por el hecho de que yo consumí drogas, el trato era muy diferente y sí había discriminación porque, como dicen, como te ven te tratan”.

Cuando se cumplieron los siete días, los médicos permitieron que Yolanda se llevara su hijo a casa, pues, según el diagnóstico, el bebé se encontraba bien de salud.

Sin embargo, omitieron indicarle que debía administrarle un medicamento controlado durante varios meses, para contrarrestar los síntomas del Síndrome de Abstinencia.

A los tres días de estar en casa, el bebé tuvo su primera convulsión. Yolanda, asegura, no sabía qué estaba pasando; sólo notó que el tono de piel de su hijo se pintó de rojo, que su pequeño cuerpo se puso rígido y comenzó a vomitar. Lo anterior se repitió en el transcurso del día siguiente.

“Se puso de color morado y su boquita se le empezó a cerrar y hacía para atrás su cabecita. Duró como cinco minutos eso. En cuanto amaneció, lo llevé a un pediatra del Hospital Infantil, ahí me dijeron que el bebé había sufrido convulsiones. Le comenté que no me habían dado medicamentos para el bebé y en los documentos de alta, no viene nada especificado, tampoco nada de las convulsiones. Al niño, le tuvieron que haber recetado un medicamento para tomarlo por mes y medio, y la dosis iba a ir disminuyendo”, cuenta Yolanda.

Ahora, su hijo tiene dos años y medio y ya dejó de tomar la medicina que le ayudaba a no sentir los efectos del Síndrome de Abstinencia.

No obstante, Yolanda dice haber notado que, la mayoría del tiempo, el niño está alterado, irritado y triste, además se enferma constantemente de las vías respiratorias, por lo que cree que “en realidad no atendieron a mi hijo como tuvo que haber sido”.

Uso de drogas es abordado desde un enfoque de seguridad y no de salud pública: Compañeros

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Desde la perspectiva de Contreras, “el uso de drogas se ha abordado desde un tema de seguridad en vez de abordarlo como un tema de salud pública. Entonces los recursos se van a atacar el problema desde la parte de seguridad y no se ha llegado a definir que es un problema de salud pública en realidad”.

Por ello, a nivel local hay muy pocas iniciativas que se encarguen de brindar apoyo sicológico, médico y asistencial a esta población.

Fue hasta inicios de este mes que por primera vez en la ciudad se presentó una Cartilla de Derechos Humanos de las Personas usuarias de Drogas, con la que se busca informar a la población drogodependiente sobre recursos legales que pueden utilizar para recibir un trato digno y respetuoso.

Lo anterior, debido a que la percepción que se tiene de las personas consumidoras de sustancias ilícitas, la mayoría de ocasiones es negativa, expuso el Coordinador de la Iniciativa con Personas que se Inyectan Drogas.

Hacía las mujeres usuarias de drogas, esta opinión social se radicaliza por no llevar a cabo el rol predominante en la sociedad mexicana, de esposa, dependiente y cuidadora, de acuerdo con al artículo “Mujeres consumidoras de drogas inyectables y sus problemas de salud”, del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/SIDA de la Ciudad de México.

“Las mujeres usuarias de drogas inyectables son rechazadas doblemente, por transgredir los roles ‘femeninos clásicos’ y por su relación con la ilegalidad al estar involucradas con el tráfico de drogas, riñas en vía pública y robo en entre otra violaciones a la ley”, se lee en el artículo.

Contreras, agregó que no hay programas de salud sexual y reproductiva diseñados específicamente para mujeres y aunque sí los hay para hombres, “las necesidades de las mujeres usuarias de drogas son muy diferentes a las de los hombres…hay recursos muy escasos para atender las necesidades especificas de las mujeres que usan drogas”.

En lo que respecta a los infantes son Síndrome de Abstinencia, Montelongo explicó que su situación es más compleja, porque al tener una madre con adicciones crónicas, probablemente, no será registrado, o llevado a una revisión médica, pues muchos nacen en la calle y no en hospital.

“Son cosas que no son complicadas pero para alguien adicto, es muy difícil”, agregó.

Además, es recurrente que las madres mientan sobre su condición y la de su hijo, para evitar prejuicios, rechazos y por mantener al bebé bajo su cuidado, ya que el DIF puede llegar a quitarles la custodia.

Ese era uno de los temores de Yolanda, perder a su hijo como consecuencia de sus acciones pasadas. Ahora, ese sentimiento ya no existe, solamente está el deseo de ayudar a sus compañeros con el trabajo que realiza en la asociación que le brindó ayuda.

Yolanda desea “que dejen de discriminarnos, de señalarnos, por lo que fuimos o lo que somos. Porque independientemente de eso, tenemos derechos como cualquier ciudadano y el hecho de que seamos drogadictos o que tengamos alguna enfermedad no significa que no nos deban dar trabajo, no significa que nosotros no tengamos el derecho de estar conviviendo con la sociedad”.