Celeste Vidal recuerda los días en que subía a los camiones de la colonia San Pancho para vender aguas, mangoneadas y hielitos para financiar sus viajes de futbol. Apoyada por su madre y sus hermanas, ahora busca convertirse en una inspiración para que más mujeres jueguen en el ámbito profesional.
Por Abraham Rubio / Fotos: Favia Lucero
Ciudad Juárez, Chihuahua.– Celeste Vidal Yvarra es brava desde el principio. La vida la ha forjado así desde sus comienzos como futbolista. De niña su madre le inculcó la pasión por el futbol y, desde entonces, no lo ha soltado.
La mediocampista de las Bravas del FC Juárez se siente motivada con la llegada de su equipo por primera vez a la liguilla de la Liga MX Femenil. Es algo histórico, dice, por lo que han picado mucha piedra en los últimos años.
Celeste, que porta la playera número 13, se recupera de una lesión que la sacó de las canchas durante poco más de un año, pero sabe que el trabajo en conjunto las ha llevado a esta instancia.
Por ello recuerda entre sonrisas y lágrimas sus inicios, todo el trabajo que la llevó desde la colonia Fray García de San Francisco —‘San Pancho’, como sus habitantes le dicen de cariño—, a ser subcampeona con la Rayadas de Monterrey y convertirse en una jugadora importante en las Bravas.
Regateó la adversidad
Celeste dice que de niña era burlona. Celebraba sus goles metida en el papel de la crack goleadora de la ‘San Pancho’, donde los niños no querían enfrentarla, porque era mejor que ellos.
A los seis años comenzó jugando futbol con su mamá. Poco después llamó la atención de un profesor que dirigía un equipo de futbol integrado por niñas de El Paso, Texas.
“Yo jugaba por talento nato: nunca fui a una escuela de futbol, nunca supe las reglas. A mí nomás me decían ‘mete gol’ y metía gol. Este profesor habló con mi mamá y pues, obra del destino, era el mismo profesor que trajo a mi mamá en la selección de futbol de Juárez”.
Ahí comenzó la aventura.
Entre risas, Celeste recuerda el ‘choque’ de clases sociales: sus compañeras provenientes de colegios, con una situación económica más cómoda, no la vieron con buenos ojos al principio. Pero eso no la detuvo.
“Yo me acuerdo muy bien que me hacían el feo; todas llegaban con su Powerade, con Gatorade, y con sus sombrillotas de colores, y yo y mi mamá nos bajábamos del camión y salíamos corriendo a los partidos (…) como eran todas güeritas de ojo azul y como que no les simpatizaba que la goleadora de su equipo, pues estaba más chiquita y más morena”.
Pero nunca le reprochó a su madre no tener lo mismo que sus compañeras, mucho menos las limonadas con Peñafiel que le preparaba para que no se deshidratara. A ella sólo le importaba jugar.
Poco a poco se consolidó como una jugadora importante en el equipo. Sin embargo, recuerda un momento que la marcó, cuando por falta de dinero estuvo cerca de no viajar con el equipo al Estado de México.
“Yo me subía a los camiones de mi casa, a los de San Pancho: me subí a vender mangoneadas, vendía aguas, vendía hielitos de chocolate y me tiraba mi rollote de que ‘apóyenme que quiero irme de viaje’ y al final de cuentas, cuando llegó el día, no me completé”.
Contrario a lo que pensaba, las madres de las compañeras de equipo apoyaron para que Celeste pudiera ir al viaje. Incluso, una de sus compañeras, que siempre traía los tachones más nuevos, le regaló un par.
“Yo no crecí con el poder o la economía, pero le he sacado mucho provecho al futbol. Es algo que me ha ayudado mucho; desde chiquita batallé, pero siempre tuve una mamá que estuvo ahí al pendiente de todos mis tropiezos, de todos mis errores”.
Siempre le preguntan a su mamá qué se siente ser la madre de Celeste Vidal, una jugadora profesional con dos licenciaturas, pero Celeste cuestiona: “¿por qué no me preguntan a mí? ¿por qué no me preguntan qué se siente tener a la mamá que tengo? Porque ella no estudió, porque no necesitó de muchos títulos para ser el ejemplo que ella es. Me inculcó lo que me ha dado todo ahorita: me inculcó el fut y me resolvió la vida”.
La situación económica no fue la mejor, pero nunca faltó un plato de comida para sus hermanas ni su hermano. Cuando pedía unos tachones, tardaban en llegar tres o cuatro meses, pero siempre llegaban.
Hoy, Celeste siente que es el pilar de su familia para que su hermana Priscila y su hermano Eleazar puedan jugar sin que nada les falte para entrenar y llegar a las instancias en las que ella está. “Yo no me puedo rendir, porque hay alguien que sigue mis pasos”.
En el último año, la adversidad no fue económica, sino física. Celeste viene de una lesión en la rodilla que la dejó fuera de las canchas por un año y dos meses. Un lapso en el que el mundo se le vino encima y por poco deja el futbol.
“Me acuerdo de todo el dolor que sentía de ver mi rodilla, toda desbaratada, abierta, con tubos. Y verlo es un impacto que dices ‘¿en qué momento acabé aquí?’; estar en Guadalajara, sin tu familia, despertar y nomás tener a la doctora del plantel, fue un impacto de decir ‘¿en qué momento me pasó esto?’”
Su hermana menor, Priscila, le enviaba mensajes de ánimo (“no te rindas, no te rindas, no te rindas”) y Celeste resistió porque no podía abandonar el sueño de compartir la cancha con ella.
Pero un día se despertó con un dolor intenso, físico y mental, que no pudo soportar más y llamó a su hermana: “Perdóname, pero debuta tú sola; no puedo”.
Celeste regresó a Juárez. Estaba sentada en la sala de la casa, aguantando el dolor, mientras su madre apenas soportaba verla en esa condición. Ese día su hermana llegó con una caja.
“Me compró, con todos sus ahorros, unos tachones que yo quería desde hace un chorro, que no los había conseguido aquí en Juárez y que estaban muy caros (…) me dan los tachones y los abro y dice la cartita: ‘no puedes rendirte porque tienes que usarlos cuando debutemos’”.
Celeste ha decidido no rendirse, por su hermana, por su familia. El pasado abril volvió a las canchas y, a pesar del proceso que debe seguir para reponerse y volver a ser la jugadora más rápida del equipo, la ilusión de jugar con su hermana la mantiene firme.
Un futuro mejor para las jugadoras
Celeste Vidal reconoce que actualmente el futbol es algo temporal para las mujeres. Exige más y no es algo redituable: los salarios aún están muy por debajo de los que reciben los hombres en Liga BBVA MX.
“Una mujer no se puede dedicar al 100 por ciento (al futbol) porque no es la misma oportunidad económica que el varonil, es una realidad, pero estamos luchando”, dice.
Celeste lo sabe muy bien: estudió dos licenciaturas para asegurar un futuro.
Por ello señala la desigualdad salarial, para que las futuras generaciones de futbolistas tengan salarios dignos por un trabajo que, con sus diferentes estilos, es el mismo que el de los hombres: jugar futbol.
“Yo estoy picando piedra para futuras generaciones, como mi hermana, que llegue a tener más oportunidad en el ámbito laboral deportivo futbolístico profesional, para que ella gane más que yo”.
A seis años del inicio de la Liga MX Femenil, Celeste ha atestiguado su crecimiento gracias al trabajo de las jugadoras dentro y fuera de la cancha, así como un cambio en la percepción del público.
La audiencia y seguidores han aumentado exponencialmente. La última final entre Tigres y América registró una audiencia de 5.3 millones de personas, y, recientemente, el FC Juárez anunció que por la alta demanda para ver a las Bravas en liguilla abrirán una sección más del Estadio Olímpico Benito Juárez.
Para ella, esto tiene que ver con algo que se han ganado en la cancha, mostrando la calidad de juego, dejando de lado los aspectos superficiales, como la imagen de las jugadoras, con la que se atrajo en un inicio al público.
“Yo creo que ya estamos madurando ahorita en el profesional de mujeres en enfocarnos en el talento, en quién mete goles, en quién es el equipo menos goleado. Ahora sí existe el apoyo, y yo creo que es eso: madurez en quitar estereotipos”.
‘Hicimos historia’: Bravas llega a liguilla
Desde su creación, esta es la primera vez que las Bravas del FC Juárez logran calificar a liguilla de la Liga MX Femenil. Para Celeste es algo que debe celebrarse como histórico, que, más que representar a un equipo, representa un logro para todas las juarenses.
“Es algo histórico. Yo la verdad no exagero: siento que esa fecha debería ser parte hasta de un semáforo (…) Es algo muy importante que el primer equipo femenil haya entrado a liguilla. ¡Sí! Las mujeres de Juárez entramos a liguilla”, expresa.
Celeste reconoce que detrás de este momento está la “talacha” que tanto ella como jugadoras veteranas hicieron para abrir una brecha y que la plantilla femenil llegara a esta instancia, en la que recibirán hoy al América en el partido de ida de los cuartos de final.
“Vamos con todo a poner en alto a la ciudad. Yo estoy muy feliz porque estoy siendo parte de esto, a pesar de que no he podido jugar: siento que piqué piedra en los momentos en que yo estuve bien de salud, siento que hice mi pequeña contribución. Ahorita todavía sigo metiéndole presión a mis compañeras de la parte en la que me toque y tratamos todas de sumar, de ir por el mismo camino”.