noviembre 20, 2024
Sociedad

El suicidio en las sombras: familiares e instituciones ocultan cifras reales; urge ley de prevención

La tasa de suicidios en Chihuahua por cada 100 mil habitantes representa una cifra mayor al doble de la media nacional, que es de 5.2 fallecidos por lesiones autoinfligidas.

Miguel Silerio / YoCiudadano

Ciudad Juárez, Chihuahua.— En septiembre de 2016, Diana escribió tres cartas en las que comunicaba a su familia las razones de su suicidio: Una para su mamá, una para su esposo y una para su hijo adolescente.

Pensaba quitarse la vida dentro de una semana. Escogió el día miércoles para suicidarse con una dosis elevada de pastillas, pues no quería que sus familiares fueran cuestionados. En sus propias palabras, “los fines de semana la gente tiene más tiempo de andar preguntando”.

El miércoles, Diana colocó las cartas en la mesa del comedor de su casa. Era de noche y su esposo e hijos dormían. Salió al patio y se sentó en una pequeña mesa de jardín. Lloró “todo lo que tenía que llorar” y, antes de consumir las pastillas que le quitarían la vida, dudó.

Llamó a su psicóloga, le comunicó sus intenciones y ésta la convenció de esperar. Sabía que, finalmente, era su decisión. Podría suicidarse en cualquier momento, así que esperó.

Por consejo de su terapeuta, tomó un día más para asistir a un foro sobre suicidio, organizado por el Centro Familiar para la Integración y el Crecimiento (CFIC). A partir de ese punto, Diana comenzó a consultar a un psicoterapeuta y un neurólogo, además de la psicología con la que ya asistía, y desistió de su tendencia suicida.

Diana tiene 28 años, dos hijos, un título universitario en psicología, y es comerciante. Sonriente, pero con lágrimas en los ojos, relata los motivos que la llevaron a estar a punto de quitarse la vida. Dice que se trataba de un impulso que sus familiares ignoraban y que no atendía a ninguna experiencia en particular traumática.

“Sentía que algo no estaba bien. No tenía ganas de nada. Estudiaba pero no lo disfrutaba; trabajaba mucho y tampoco lo disfrutaba. Había un vacío que no llenaba con nada, pero nunca pensé que fuera depresión. Más bien no sabía qué era”, comenta.

El impulso, dice, la acompañó desde la infancia. Su primer intento de suicidio fue a los 10 años.

“No recuerdo mucho, estaba sola, llorando y tomé pastillas. Una tía se dio cuenta y me llevaron al hospital”.

Equivocadamente, su familia relacionó los actos de Diana con un problema de drogadicción. Acudieron entonces a centros de rehabilitación, como los Centros de Integración Juvenil. Pasaron casi 17 años para que su cuadro de depresión crónica fuera efectivamente detectado y posteriormente tratado.

“Vi una posibilidad. Vi que a veces necesitamos pedir más ayuda. Me acerqué a una maestra que estaba en el foro de CFIC y le platiqué mi situación. Ese mismo día fui a un hospital psiquiátrico”, relata.

El suicidio en números: Chihuahua, primer lugar nacional

De acuerdo con el reporte estadístico en torno a la cifra de suicidios del INEGI, publicado en septiembre de 2017 con motivo de la conmemoración del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, Chihuahua ocupa el primer lugar en cuanto a número de suicidios de las entidades federativas de México.

Las entidades con mayor tasa de suicidio por cada 100 mil habitantes, fueron Chihuahua (con 11.4), Aguascalientes (9.9), Campeche (9.1) y Quintana Roo (9.1).

La tasa de suicidios en Chihuahua por cada 100 mil habitantes representa una cifra mayor al doble de la media nacional, que es de 5.2 fallecidos por lesiones autoinfligidas. La media nacional ha crecido paulatinamente desde 2010, cuando se encontraba en 4.3.

Según los datos del informe, relativos a mediciones de 2014 y 2015,  las entidades que han registrado mayores aumentos en el número de suicidios son Chihuahua, Zacatecas y Colima, mientras que aquellas en que la tasa fue a la baja son la Ciudad de México, Campeche y Veracruz.

Durante 2015, en todo el país se registraron 6 mil 285 suicidios, de los cuales el 80.1 por ciento fue de hombres y 19.9 por ciento de mujeres.

Además, los actos de suicidio se concentraron mayormente en personas jóvenes, toda vez que cuatro de cada 10 suicidios (41.3 por ciento) fueron de personas de entre 15 y 29 años.

En Ciudad Juárez, de acuerdo con datos de la Encuesta de Percepción Ciudadana de ‘Así Estamos Juárez’, el 1.7 por ciento de la población aceptó haber pensado en cometer suicidio durante el último año, mientras que el 1.3 dijo haberlo intentado.

Las cifras anteriores indican que en Juárez, diariamente, 43 personas piensan en quitarse la vida y 33 lo intentan.

De quienes aceptaron haber pensado en suicidarse en 2017, el 33.33 por ciento tiene entre 45 y 59 años; el 29.17 por ciento 60 o más años; el 25 por ciento entre 30 y 44 años y el 12.5 por ciento entre 18 y 29 años.

Quienes dijeron haber intento quitarse la vida en el último año, mayormente tienen entre 20 y 44 años, con el 36.36 por ciento; entre 45 y 59 años, con el 27.27 por ciento: entre 18 y 29 años, con 27.27 por ciento y 60 o más años con 9.09 por ciento.

De acuerdo con los datos de la Encuesta, la mayoría de las personas que pensó en suicidarse en 2017 se ubica en el suroriente de la ciudad (25 por ciento), mientras que el 20.8 por ciento se ubica en el centro de población (entre las avenidas Ejército Nacional y De las Torres, y los bulevares Talamás Camandari y Zaragoza), y en las zonas del poniente y norponiente se registró un empate con el 16.67 por ciento.

Por otra parte, quienes han intentado suicidarse se ubican mayormente en el norponiente y suroriente de la ciudad (empatados con un 27.27 por ciento), mientras en el poniente el porcentaje fue de 18.18 por ciento.

Cifras sobre suicidio son inexactas; sociedad busca ocultar el problema

De acuerdo con el doctor Alejandro Águila Tejeda, director del Instituto Hispanoamericano de Suicidiología (INHISAC), las situaciones que detonan los pensamientos suicidas están principalmente relacionadas con problemas familiares como violencia, abandono, abuso sexual y omisión de cuidados.

Águila Tejeda señaló que, aunque los datos oficiales indican que el número de suicidios va al alza, los índices reales podrían ser mucho más alarmantes, pues existe una ‘cifra negra’ en este rubro.

“La sociedad a veces oculta que existe un suicidio: le piden al médico que le cambie el motivo de muerte, para evitar los juicios y las críticas. Es un tabú hablar de suicidio, pues se trata de una realidad que puede pesar o afectar a la familia. La situación religiosa influye muchísimo. Hay sectores y grupos sociales en donde si alguien comete suicidio, no le permiten rituales eclesiásticos”, indicó Águila.

Por otra parte, el especialista señaló que a menudo las cifras oficiales omiten a sectores de la población en condiciones de vulnerabilidad, como los grupos indígenas, las personas en situación de calle y los migrantes.

Además, las condiciones laborales de la mayoría de la población son factores que desencadenan cuadros de estrés que no son abordados por los empleadores.

“Las empresas difícilmente atienden las problemáticas de interacción entre los empleados y su salud mental. Pasan muchas horas en el campo laboral. Esto podría desencadenar un síndrome de agotamiento crónico, pues están sobrexpuestos a altos niveles de frustración, desgaste y estrés que estallan en una situación de violencia hacia afuera y hacia adentro”, apuntó Águila.

El psicoterapeuta externó su preocupación ante el creciente número de suicidios que, desde que comenzó a ser medido por el INEGI en 1995, no ha descendido.

Águila Tejeda dijo que es primordial generar estrategias para brindar atención psicológica a la población, a través de la creación de legislaciones y de campañas permanentes de prevención del suicidio.

“Necesitamos informar. La gente no sabe qué tan grave es la problemática de la salud mental de una sociedad. Es necesaria una Ley para la prevención del suicidio”.

Por su parte, el doctor Óscar Armando Esparza del Villar, coordinador del Doctorado en Psicología de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), opinó que el incremento exponencial de suicidios en el estado de Chihuahua se debe también a la relegación de la salud mental a un segundo plano.

Según Esparza, a menudo la salud mental es vista como un ámbito complementario de la salud física, sin relación con la calidad de vida de los individuos.

El académico indicó, además, que es posible establecer una relación entre el incremento en las cifras de suicidios en Chihuahua, y particularmente en Ciudad Juárez, con las problemáticas resultantes de periodos de violencia intensa por los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado.

“Luego de un periodo de violencia, comenzó a ser muy fácil quitar o quitarse la vida. Para robarte una carro o una cartera, te matan. De tanto que escuchamos de muerte y que no pasa nada, somos invadidos por un ambiente de negatividad. Es fácil que alguien considere el suicidio como una de las salidas”, comentó el especialista.

Esparza del Villar dijo además que la normalización de la violencia experimentada en la última década ha promovido la pérdida del valor de la vida en la sociedad.

“Pareciera que vivimos en una sociedad en el que la vida no tiene valor, donde la vida no vale nada. (…) Estamos listos para eso, pues es el ambiente en el que nos desenvolvemos. Y parece que cualquier grupo criminal puede tomar la decisión de quién vive y quién muere. Esa percepción es importante en el índice de violencia”, comentó.

Reconocimiento y comunicación: El primera paso para sanar

Diana describe la depresión como “estar vivo, pero sin esperanzas de nada”.

Desde que fue consciente de su cuadro depresivo crónico, ha recibido atención psicológica, psiquiátrica y neurológica.

Cuenta, dice, con el apoyo de su familia, que ha entendido que su padecimiento es algo con lo que tiene que vivir.

Diana acepta que durante un tiempo guardó resentimiento debido a que nadie notó su condición, y opina que por ello es importante que las personas cercanas a quienes padecen depresión mantengan una comunicación abierta y constante.

“¿Por qué viviendo en la misma casa nadie se dio cuenta? Es algo que todavía me pregunto. Hay que hablar con nuestros hijos, preguntar cómo se sienten, qué piensan del suicidio. Es necesario hablar sobre este tema, al igual que sobre la sexualidad y la drogadicción”, apunta Diana.

A pesar de que ha recibido la atención que necesita, Diana dice que la voluntad de mejorar y la compresión de sus familiares han sido elementales en su proceso de recuperación.

La sobreviviente de suicidio en dos ocasiones, dice que el primer paso para abordar este problema es aceptar que existe, comunicarlo abiertamente y recurrir a profesionales en la materia.

“Pidan ayuda, no se queden callados como yo. También hay que buscar ayuda psicológica. Es muy poca la gente que se acerca con un psicólogo. Los psicólogos no son para los locos sino para quienes queremos vivir a plenitud. Hay que hablar, no hay de otra. Si lo comunicamos, alguien nos va a escuchar”, asegura.