Alrededor de 50 migrantes y activistas se manifestaron ayer durante la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Ciudad Juárez. La idea era interceptarlo pero que los escuchara, pero no detuvo su comitiva.
Por Abraham Rubio / YoCiudadano
Ciudad Juárez, Chihuahua.— Ana Pavón es una migrante venezolana de 13 años. De pie frente a otros migrantes, activistas y medios de comunicación locales y nacionales, toma el micrófono y pide que la escuchen. Han pasado casi cuatro días desde el incendio que dejó 39 personas muertas en la estación del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez.
Ana relata que ha sido extorsionada, separada de su padre y que ha recibido malos tratos por parte de las autoridades migratorias. Dice que ha visto la cara de agentes migratorios riéndose de ella y otros mientras les toman fotos para llevarlas al centro de detención.
La joven se manifiesta este viernes 31 de marzo junto a un grupo de casi 50 migrantes afuera del Gimnasio del Colegio de Bachilleres, donde el presidente Andrés Manuel López obrador se reúne con Servidores de la Nación y personal de Bienestar en el estado de Chihuahua. La idea es interceptarlo cuando salga y pedirle cambios a las políticas migratorias que terminaron en la tragedia del lunes pasado.
Cuando López Obrador sale del gimnasio con rumbo al aeropuerto, su comitiva no se detiene. Migrantes y activistas locales se lanzan a detener su vehículo para que escuche sus demandas, pero el presidente los confronta. Les dice provocadores y, sin detenerse, alcanza a gritar un conciso “¡habrá justicia!”. Una frase muy corta para las exigencias y la indignación de la población migrante.
‘No somos animales’
Ana es consciente de lo que ha vivido. Lo nombra y señala a los responsables de que ella y sus seres queridos migren en un contexto de criminalización que viola sus derechos humanos.
“Quiero que nos escuchen, ya basta de tanto violar nuestros derechos, porque somos seres humanos, tenemos derecho al libre tránsito; no venimos a quedarnos aquí, venimos por un sueño, por metas: yo quiero estudiar, mi familia quiere salir adelante como muchos que estamos aquí”, expresa ante los manifestantes que hacen eco a ese sentimiento.
Migración los agarra, los mete presos, los trata mal, cuenta: “Nos dicen cosas que duelen, nos agarran y nos devuelven, nos hacen perder dinero y nos roban, también”.
Pero lo que ocurrió el 27 de marzo en la estación del INM fue distinto a todo lo demás.
Ana no sabe por qué México los trata “como animales”, como carne que puede dejarse en el fuego de la celda de una estación migratoria sin que alguien haga algo al respecto.
“No somos animales ni tampoco somos pollos para que dejen quemar a esos migrantes como si fueran pollos, como si fueran carne, dejarlos ahí que se mueran”.
En memoria de todos esos migrantes que murieron, les pide cantar el himno de Venezuela:
“Gloria al bravo pueblo / que el yugo lanzó…”.
Su voz se ahoga y llora tras los primeros versos, pero no suelta el micrófono y sigue cantando entre sollozos que se pierden con el canto de los demás migrantes:
“¡Abajo cadenas! / Gritaba el Señor / y el pobre en su choza / libertad pidió…”
Promete justicia, en medio de confrontación
Tras poco más de una hora de evento, el personal de seguridad del recinto abre las rejas para que salga la minivan en la que viaja el presidente; activistas y migrantes se abalanzan para tratar de detenerlo y hacer que los escuche.
Algunos le jalan la mano para tratar de tener su atención, entre ellos el activista José Luis Castillo, padre de la joven Esmeralda Castillo, desaparecida en Ciudad Juárez hace casi 14 años.
Entre forcejeos de quienes acompañan la comitiva y las personas migrantes, el presidente alcanza a recibir algunos sobres y cruza palabras con los manifestantes, con quienes también se confronta llamándoles provocadores:
“¿Te mandó Maru?”, le dice a una de las manifestantes insiste en pedirle que se detenga.
“No, señor, esa señora tampoco me representa, mucho menos”, le revira.
El presidente sonríe y hace gestos a un migrante que no suelta el cofre de la minivan, para que se haga una lado y permita su paso. Los migrantes se aferran a la parte frontal de la camioneta. Activistas y migrantes por los costados trataron de acercarse al presidente a manifestar sus exigencias.
Finalmente, son desplazados por Servidores de la Nación y simpatizantes de Morena que gritan consignas a favor del presidente. Los activistas les acusan de haberles empujado y golpeado en su intento por acercarse al mandatario.
El presidente se va de Ciudad Juárez dejando un “habrá justicia” por la tragedia ocurrida en la estación migratoria. Detrás de él se queda la indignación de la población migrante, que impotente que le grita: “asesinos”.