julio 1, 2025

‘Presente’: el grito para no olvidar a los desaparecidos

Ciudad Juárez, Chihuahua.— Casi cien personas se reúnen en una plaza, se abrazan, caminan y gritan. Pasan lista a nombres de personas que no contestan, que no están, y por las que, sin embargo, gritan “presente”. Pero no están. Hace tiempo que no están y que su familia los busca. Podrían ser el número de una estadística, un dígito en la terrible cifra de más de 40 mil personas desaparecidas en México. Pero tienen nombre y tienen familia. Alguien que pelea contra el olvido y grita su nombre y grita “presente” aunque no esté. Luz Elena Ramos sostiene en su mano izquierda una manta que dice: “te buscaré siempre”. Lleva una playera blanca con el rostro de su hijo, Daniel Guzmán, y una banda en blanca en su cabeza que dice “¿dónde están?”. Hace siete años busca a Daniel que desapareció a los 17 años. Hace siete años que participa en cada marcha, manifestación, pronunciamiento o evento organizado con el fin de presionar a las autoridades para que busquen a sus familiares. Es el Día Internacional de Víctimas de Desaparición Forzada y los integrantes del Colectivo Familias Unidas por la Verdad y la Justicia, que acompaña el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, este año contó con una diferencia en su evento: se unieron a ellos las integrantes de la Red Mesa de Mujeres, asociación que acompaña a mujeres víctimas de violencia, y las del Centro para el Desarrollo Integral de la Mujer. Los casos de desapariciones, de hombres y de mujeres se van acumulando sin respuesta y las familias se unen para exigir justicia. Se acumulan también las cruces negras con fondo rosa que se pintan por los casos de feminicidio que continúan desde 1993. Y las personas que marchan por los desaparecidos van también pintando cruces y lanzando promesas. “Lo voy a buscar hasta que lo encuentre o hasta que me muera”, dice Luz Elena. Por el Centro de la ciudad caminan niñas, niños, mujeres, hombres que piden que se detenga esto. Que dejen de desaparecer personas. Entre ellas camina un hombre de 78 años que se volvió sacerdote desde 1966 cuando salió del seminario con una formación jesuita basada en la teología de la liberación, el hombre de ojos claros y cabello cano que inició el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, que se dedica a acompañar y seguir casos de desaparición forzada y tortura. El Centro que llevó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos el caso de desaparición de la familia Alvarado y por la que el Estado Mexicano fue condenado por desaparición forzada. Hay decenas de personas aquí que luchan cada día. Madres, padres, hijos que recuerdan a las personas que un día no volvieron. Por las que salen a la calle para dejar claro que los van a buscar a siempre. Podrían ser una cifra pero son nombres y son personas por las que se grita “presente”, aunque no estén, del todo, aquí, los recuerdan.