Ciudad Juárez, Chihuahua.— Detrás de ellos hay una luz, unos hombres que la repararon apenas y se van. Una lámpara estéril que no iluminó mientras asesinaban a Dana. Pero están ellos, con velas entre sus manos y está, ahora, la luz en sus espaldas. Están ellos, cerca de cien, con sus manos rodeando la llama de una vela para que no la apague el viento. También hay una canción. Una canción que dice: “Vamos camino a dejar de ser dos extraños”. Una amiga que llora. Una cita que no se cumplió en un café que no fue. Y su comentario sumamente afilado: “por más que me carcome, la culpa no se va a ir. Es algo curioso que tiene la muerte”, dice, y un sollozo atrás se escucha fuerte. Está la certeza, para la amiga que llora, de que la vida es una línea de tiempo que se mira hacia atrás; el presente, un instante claramente fugaz, y el futuro, un tiempo que no existe. Está, dice, la dureza de la muerte: “no hay mañana”, para Dana no hay mañana, dice y llora. Que no sea en vano, pide. https://www.youtube.com/watch?v=P5IC3agKK1k&feature=youtu.be Hay velas, lágrimas, abrazos, voces de personas que no la conocieron, pero llevan un duelo. Flores de color rosa y flores de color azul, listones, para recordar su cabello. Hay fuego y hay canciones, el sonido de tambores y voces que se mezclan con la noche en un reclamo de no repetición. Hay, también, un paro histórico. Los estudiantes marcharon alrededor de cinco kilómetros con el sol intenso del desierto en la frente para exigir al rector un alto, un espacio de cuatro días para reflexionar, para analizar el dolor y vivir un duelo. Fue Dana, sí, pero la muerte está ahí, cada día, como si fuera algo normal y no lo es, me dice una de las organizadoras del movimiento. “No es normal”, repite despacio como para reafirmárselo a sí misma. “Sí tenemos miedo, no te voy a mentir, tenemos mucho miedo”, me dice. Pero no podemos dejar de hacer esto, porque no es normal, repite, la muerte no es normal en estas circunstancias. Hay eventos en salones llenos donde se quedan alumnos de pie. Hay una universidad con alumnos organizados que piden que se detenga la violencia. Están ellos, aquí, pocos, cerca de cien, porque es de noche y hay peligro —eso es claro—, a pesar de la luz de las dos lámparas recién encendidas y de la llama de las velas entre las manos sorteando al viento. “Dana es luz”, dice una mujer, Dana es luz y es este movimiento. Está muerta, pero es semilla, dice. Y gritan “Dana vive”. Gritan todos, todas, en esta noche iluminada.
La noche iluminada
- Autor Miguel Silerio
- diciembre 19, 0004
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