Al ver la emergencia humanitaria en Gaza, la ceramista Patricia Luévano decidió no quedarse con los brazos cruzados y hacer lo que estuviese en sus manos para ayudar directamente a las familias en Palestina.
Por Raúl Fernando para Raíchali
Chihuahua – En el taller de cerámica Pato Negro, su fundadora Patricia Luévano y otras tres mujeres del equipo trabajan en un encargo de platos largos y rectangulares para un restaurante de sushi local. Los platos, piezas únicas elaboradas en el taller, están terminados y los envuelven para su entrega. En el cuarto de enseguida, la cocina, se acumulan una docena de tazas de cerámica que están por terminar. Están pintadas a mano con diseños de ramas de olivo, el árbol símbolo de la cultura palestina.
Desde hace meses que Patricia y su equipo elaboran estas tazas, platos y otras creaciones de cerámica además de sus encargos comerciales. No las venden, pero las intercambian por donaciones directas a familias palestinas que se encuentran en la Franja de Gaza. Estas familias han sobrevivido a los bombardeos y ataques israelíes desde octubre de 2023. No las conoce personalmente, pero ha desarrollado una amistad con ellas a través del internet.
“Primero conocí a Hasan. Es un muchacho. Siempre estuvo desplazado en tiendas de campaña en la zona humanitaria. Tiene dos hijos y está casado. Lo último que supe es que su esposa estaba embarazada, pero ha habido tantos abortos en Gaza que ya no sé ni le he preguntado. Luego conocí a un muchacho más joven que se llama Hamdi. Es diseñador gráfico. Me llamó la atención saber cómo sobrevive un diseñador en esta situación. Su novia quedó atrapada en el norte y él se desplazó hacia el sur. En algún momento fue por ella y por sus padres y se casaron el verano pasado”, contó Patricia en entrevista en su taller, localizado en la ciudad de Chihuahua.

Estaba en una sala de abordar de un aeropuerto cuando se enteró de la existencia de Palestina. Esperaba su avión de regreso a Chihuahua. Antes había escuchado esa palabra, Palestina, pero pensaba que se trataba de un nombre bíblico. Cuando llegó a su casa, lo primero que escuchó de su esposo fue la historia de 40 bebés que supuestamente fueron decapitados y quemados en hornos en Israel.
“Entonces yo me puse a buscar información y nunca encontré nada sobre esto”, dice Patricia en entrevista, “y lo que sí encontraba, lo que sí veía, eran fotos de los niños asesinados en Palestina. Luego a principios de noviembre fue la primera vez que vi que bombardearan un hospital”.
Aunque Israel ya había bombardeado y atacado este territorio palestino varias veces desde 2008, esta vez era diferente. El ataque a Israel liderado por Hamas el 7 de octubre de 2023 terminó con la vida de mil 195 civiles y los grupos armados tomaron 251 rehenes.
Aunque la noticia de los bebés decapitados resultó ser falsa, sirvió para justificar una campaña militar sin precedentes. Desde entonces los bombardeos han sido más intensos y constantes que nunca. Muchas personas en la Franja de Gaza se hicieron comunicadoras de la noche a la mañana para mostrar al mundo el horror que viven hasta la fecha.
En sus redes sociales Patricia Luévano ya seguía cuentas de algunas personas periodistas y fotoperiodistas de la región. Se dio cuenta que algunas de éstas eran de origen palestino y eran parte de la diáspora de este pueblo: personas que habían nacido en otros países porque sus padres, madres, abuelos o abuelas habían sido expulsadas de Palestina por la creación del estado de Israel.
“Seguí varios como Bisan y Saleh y otros periodistas u otros que se volvieron muy famosos. Entonces también a partir de ese día me empecé a clavar más y me di cuenta que era muy importante darle visibilidad a las personas que estaban en Gaza transmitiendo. Luego seguía las votaciones en las resoluciones de la ONU y me di cuenta que no servían para nada. Luego fue lo de la Corte Penal Internacional, que aunque sí reconocieron los crímenes de guerra, me di cuenta que no sirve para nada”, continúa Patricia.

Hasta la fecha más de 50 mil personas han sido asesinadas en Gaza oficialmente, pero en julio de 2024 la revista científica The Lancet publicó un estudio que estimaba más de 186 mil víctimas fatales directas e indirectas. La Corte Penal Internacional ordenó el arresto del primer ministro y el anterior ministro de defensa israelíes y la Corte Internacional de Justicia ordenó a Israel evitar actos de genocidio en Gaza. Sin embargo, esto no ha cambiado nada.
Menos de un año después del inicio de los bombardeos, sólo cuatro de 36 hospitales no habían sido destruidos o dañados. Ya no quedan universidades. No hay forma de trabajar. El acceso a agua potable, electricidad o alimentos está limitado.
Sin embargo, la gente todavía necesita dinero para comprar comida, artículos de limpieza o herramientas para limpiar los escombros que antes eran sus hogares. Al sentirse abandonados por los gobiernos del mundo, han recurrido al internet para lanzar sus mensajes de auxilio.
“No hay país que haga que se cumpla la ley internacional, o que haga que Israel sea sancionado, y en mayo cuando cerraron la frontera [de Gaza con Egipto], empecé a recibir oleadas de mensajes. Una cosa de locura, precisamente porque la gente de allá empezó a usar como estrategia que veían posts exitosos y se ponían escribirle a las personas que comentaban. Entonces me escribía mucha gente y yo no podía contestarles a todos”, cuenta.
Al principio fue escéptica. En internet abundan los fraudes y las estafas y de pronto en Instagram le llegaban decenas de mensajes de personas en la Franja de Gaza que pedían ayuda para poder comprar comida o cubrir otra necesidad básica a través de campañas fondeadoras en plataformas como GoFundMe. ¿Cómo saber si estas personas eran reales?
Patricia los conoció poco a poco. Ha revisado sus cuentas de redes sociales para verificar que su historia sea verdadera. Comenzó a entender cómo vivían, cómo utilizaban las redes para pedir ayuda y cómo la guerra les afectaba directamente, aunque fuera a través de mensajes por redes sociales. Por eso decidió involucrarse, mandar un poco de dinero y ayudar en la difusión de estas campañas.
“La primera interacción que yo tuve con Rafat fue pedirle que se diera de alta en Operation Olive Branch. Tenían como procedimiento mandar un video con el nombre y que se vea el contexto de donde está viviendo. Cuando él me mandó el video no me quedó duda de que estaba en Gaza. Estaba todo completamente destruido. De ahí conocí a Ismael, un chavalito que vivía con toda su familia, como 40 personas en tiendas de campaña. De ahí a Sherine, a Yassin, Moaz y a Izzeddin”.

Operation Olive Branch es un grupo independiente de activistas que intenta dirigir ayuda internacional directamente a la Franja de Gaza. Ante el incremento de estos llamados de auxilio, comenzaron a verificar las cuentas de familias necesitadas. Además de esta organización, es posible encontrar otras redes de personas y organizaciones que verifican y apoyan a estas familias en las redes sociales.
A grandes rasgos, lo que hacen las familias es crear campañas de fondeo en plataformas de internet como GoFundMe o Chufffed, donde se pueden juntar donaciones. Luego, estas personas mandan mensajes en redes sociales para difundir su campaña y pedir donativos. Muchas personas ya tenían estas cuentas antes de la guerra, por lo que es más fácil verificar que sea una persona real de Gaza, pero otras cuentas fueron creadas más recientemente porque simplemente no las tenían o porque fueron censuradas. Estas últimas cuentas se tienen que verificar de otra manera.
Un día Patricia comentó en una publicación acerca de un niño al que habían sacado de los escombros de una casa. Le recordó a su hijo, a quien se parecía muchísimo. A partir de ese comentario la contactó Izzeddin, quien dijo ser tío del niño y que el padre necesitaba ayuda económica. Al principio desconfió.
“A Izzeddin sí le pedí, porque se me hizo muy oportunista, le dije que por favor me mandara una foto con el niño para ver si estaba bien, tratando de no ofender, pero cuando me la mandó hasta me sentí mal de habérsela pedido y de haber desconfiado”, dijo.
Actualmente ayuda a ocho familias de manera constante. Las conoce y conoce sus necesidades, por lo que sabe cómo ayudarlas mejor. Se ha vuelto amiga de estas personas y habla con ellas casi a diario. Le siguen llegando mensajes de otras cuentas, pero ha llegado a su límite. También se ha encontrado con cuentas poco confiables, pero han sido sólo un par. Cuando puede, contesta a alguna otra familia o verifica su identidad para enviar su referencia a otra persona que quiera ayudar.

“Empecé haciendo lotes de tazas y trataba de venderlas y les mandaba como mil 500 pesos por familia. Luego me puse a hacer la pieza de las mil grullas y con esa pieza me dije, ‘si ya voy a estar produciendo que sea con el objetivo de intercambiar más’, y entonces decidí aceptar a seis familias para distribuir lo poquito que ganara”.
Además de las tazas con el patrón de las ramas de olivo y otros diseños alusivos a la cultura palestina, Patricia también creó mil grullas de cerámica al estilo del origami japonés, cada una de ellas con el nombre de un niño o una niña que haya perdido la vida en esta guerra.
Patricia se inspiró en la creación de Sadako Sasaki, una niña japonesa que sobrevivió al ataque nuclear estadounidense en Hiroshima y elaboró más de mil grullas de origami por la creencia de que esto le concedería un deseo. Murió de leucemia a los doce años de edad debido a la radiación que recibió en el bombardeo, pero desde entonces las grullas se han vuelto un símbolo del derecho a los niños y las niñas a vivir en paz.
“Organicé un evento con una escuelita donde les llevé grullas en blanco y les di una plática sobre empatía. Les platiqué sobre los niños, sus familias, cómo viven y al final pintaron su grulla y yo ya luego se las entregué con el detalle de hoja de oro”, contó Patricia. “Era por el mes del amor y la empatía, en febrero, entonces la entrega se hizo con los papás, que también se les dio la plática, y se intercambiaron grullas por donaciones”.
Otra de las piezas que elabora son grullas enmarcadas, las cuales llevan la leyenda “991”, el número de identificación que el doctor Khalil Khalidy le asignó a un niño de los cientos que llegan heridos y heridas al hospital en Gaza sin poder decir su nombre, sin familiares sobrevivientes o alguna forma de identificarse después de que su edificio fuera bombardeado por Israel. El niño murió poco después de llegar al hospital, pero el doctor Khalidy decidió que no fuera olvidado, a pesar de no conocer su nombre.
Esto se ha vuelto tan común que los hospitales adoptaron el acrónimo WCNSF, que por sus siglas en inglés quiere decir “Niño/a Herido Sin Familiares Sobrevivientes” (Wounded Child No Surviving Family), un concepto que se inventó en Gaza por el tamaño de la catástrofe para las infancias. Patricia explica que son niños y niñas “que se separaron, que llegaron solos, que mataron a su familia o que su familia los perdió de vista si es que sobrevivieron”.
En febrero de 2024, UNICEF reportó que había al menos 17 mil niños y niñas que habían sido separadas de sus familias. En enero de este año, las Naciones Unidas reportaron que los ataques israelíes habían acabado con la vida de al menos 13 mil niños y niñas desde que inició los bombardeos en octubre de 2023. Tan sólo en los últimos días de marzo, los bombardeos israelíes mataron a 322 niños y niñas.
Además, el bloqueo israelí actual no permite el paso de víveres desde el exterior, por lo que el precio de los pocos alimentos disponibles se ha encarecido. En 2024, medios de comunicación israelíes reportaron que el saco de 25 kilogramos de harina – necesaria para elaborar el pan tradicional de la comida palestina – costaba el equivalente a 487 dólares, es decir, alrededor de 400 pesos mexicanos por kilogramo de harina. En abril de 2025, la cadena de televisión CNN reportó que las panaderías simplemente cerraron por falta de harina. Las Naciones Unidas estiman que había al menos 25 mil niños y niñas hospitalizados y hospitalizadas por desnutrición en enero de este año.

Como las tazas, Patricia no vende las grullas, sino que las intercambia por donaciones directas a las familias con las que tiene contacto. En total, ha intercambiado más de 300 piezas, entre grullas, tazas y otras piezas de cerámica, las cuales ha enviado a todo México y los Estados Unidos.
Una vez que las familias en Gaza reúnen el dinero en las campañas fondeadoras, reclaman lo reunido en una cuenta de banco o billetera electrónica. El dinero en efectivo es cada vez más escaso en Gaza y ya no hay cajeros automáticos ni bancos funcionales en todo el territorio.
Patricia tiene más proyectos en mente, enfocados tanto en crear conciencia acerca de la realidad vivida en la Franja de Gaza pero también para reunir fondos y apoyar directamente a las familias que se encuentran en el territorio. Próximamente visitará Torreón para presentar la exposición de las grullas en un evento en un modelo de las Naciones Unidas organizado por la Universidad Iberoamericana de Torreón los días 10 y 11 de abril, en el cual también participará la embajadora de Palestina en México, Nadya Rasheed.
Si deseas adquirir alguna de estas piezas de cerámica artesanales, puedes contactar al taller en las cuentas de Instagram de Almas de mi alma y Pato Negro.