diciembre 29, 2025

Un obispo cruza la frontera para pedir que no haya frontera humana contra los migrantes

Ciudad Juárez, Chihuahua.— Hay una niña pequeña que aferra su mano del tamaño de las manos que tienen los niños antes de entrar a la primaria, a la mano de un obispo, para atravesar una frontera. La niña viajó, junto a su familia, desde Honduras, tiene menos años que el número de fronteras atravesadas. Migrar es, desde el principio humano, el acto más natural para adaptar la vida, ella, con sus manos pequeñas y sus pies pequeños, ha cruzado más de 2 mil 500 kilómetros o el equivalente a 30 veces el Estrecho de Bering, para tomar la mano de monseñor Mark Joseph Seitz y caminar el puente que une, o divide, según se le vea, México y Estados Unidos. La niña busca asilo en Estados Unidos, busca llegar a un punto. Porque la niña huye, quedarse en su país es como sentarse a esperar un cambio sentado con una soga en el cuello. La violencia y la pobreza de los países de Centroamérica se convirtió en la fuerza que expulsa a su población, a esta niña. El recorrido que hace el obispo con la familia migrante, integrada por dos adultos y tres menores de edad, tiene el propósito de exigir mejores condiciones para las personas que deciden dejar sus hogares, así como demostrar el apoyo incondicional por parte de la Diócesis de El Paso hacia esta población vulnerable. “Este gobierno y esta sociedad no están bien, sufrimos de un caso de endurecimiento del corazón que amenaza la vida. En un día en que preferimos pensar que el prejuicio y la intolerancia son problemas del pasado hemos encontrado un nuevo grupo vulnerable para darle un trato menos humano y menospreciarlo”, denuncia Seitz, bajo el sol intenso que pega en su vestimenta de obispo en su cruz en el pecho. Rodeado de medios de comunicación locales y extranjeros, el obispo continúa con su discurso y cuestiona: “¿Por qué no nos podemos poner en sus zapatos?, ¿por qué hemos decidido que no son nuestros vecinos?”, y además, los hemos nombrado “ilegales”, dice cuestionando un término que se usa una y otra vez y deja la pregunta, aunque no de manera explícita, en el aire, ¿existen seres humanos ilegales? “Para este gobierno y la sociedad que padecen enfermedades del corazón. Preferiríamos que murieran en las orillas del Río Bravo que preocuparnos por su presencia. Pero no hemos sufrido el maltrato que les impusieron quienes representan a nuestro país. Realmente no hemos sentido el hambre y el frío que han pasado y no es a nuestros hijos a quienes se les negará comida, agua y ternura esta noche”, dice y sus palabras caen como van cayendo en el ritmo de una oración. A pesar de que en la piel se sienten los rayos intensos del sol, un tumulto de reporteros se tropieza, uno contra otro, mientras graban y fotografían a la familia hondureña y a otro adulto proveniente de El Salvador que camina detrás de ellos y que también solicitará asilo político en Estados Unidos. En el grupo, también se abre paso el padre Javier Cavilo, director de la Casa del Migrante y quien asegura que no existe apoyo por parte de los tres niveles de gobierno, que son organizaciones civiles locales y extranjeras las que han dado sustento a la población migrante que se encuentra en la ciudad. Asimismo, opina sobre la llegada de la Guardia Nacional a esta frontera para impedir el cruce de migrantes por puntos no autorizados. “La presencia de la Guardia, de los retenes, de las persecuciones, lo único que va a ocasionar es más muertes, más violencia y por su puesto más migrantes desaparecidos. En ese aspecto, no puede ser (que los detenga) porque es una grave violación a sus derechos humanos como migrantes”. Mientras el obispo decía en español, a pesar de no ser su lengua materna: “Hemos olvidado el mandamiento de amar, hemos olvidado a Dios, pero aquí en la frontera él toca a la puerta en la lucha por la esperanza y la libertad y la familia, él toca la puerta en las vidas de Jakeline y Felipe y Oscar y Valeria, él toca la puerta en nuestros vecinos aquí, hoy, toca, toca, toca”, el hermano de la pequeña migrante hondureña se aferra a las piernas de su padre, y las palabras repitiéndose golpean como cuando se toca una puerta: toc-a, toc-a, toc-a. Él logrará cruzar a Estados Unidos con su familia, al contrario de Wilmer Josué Ramírez Vázquez, Carlos Gregorio Hernández Vázquez, Jakelin Caal Maquin, Mariee Juárez, Juan de León Gutiérrez y Darlyn Cristabel Córdova- Valle, niñas y niños migrantes provenientes de Guatemala y El Salvador que murieron en su intento de una mejor vida.