Desde 2024, la asociación civil Somos Autistas ha buscado gestionar un centro de atención para niñas y niños con autismo y sus cuidadores en el suroriente de la ciudad. Para colonias como La Cañada, El Papalote, Tierra Nueva y Riberas del Bravo, el acceso a los escasos centros de atención es limitado debido a las distancias y la falta de transporte público eficiente.
Por Jonathan Álvarez / YoCiudadano
Ciudad Juárez, Chihuahua.– El cuarto de Paul parece el taller de un artista. En las paredes cuelgan paisajes pintados por él y sobre los estantes se alinean decenas de esculturas en plastilina que recrean a sus personajes favoritos. Cada rincón refleja su creatividad y dedicación.
Su abuela y cuidadora, Martha Villalobos, alimenta ese talento: le consigue materiales, lo acompaña en sus proyectos y celebra cada obra. “Es mi orgullo”, dice con una sonrisa, porque lo más valioso para ella es verlo feliz.
Paul, quien pertenece al Trastorno del Espectro Autista (TEA), no siempre tuvo este espacio de plenitud. Durante la primaria, en una escuela del suroriente de Ciudad Juárez, enfrentó discriminación y la falta de condiciones para su inclusión, lo que lo llevó a atravesar un periodo de depresión que marcó profundamente a su familia.

La ausencia de entornos inclusivos no solo limitaba su aprendizaje, también lo hizo sentirse aislado, al grado de tener pensamientos sobre no querer seguir viviendo.
Tras ser cambiado a una escuela más cercana a su casa, en la colonia La Cañada/El Papalote, Paul y su abuela conocieron a Leslie Molina, fundadora de la asociación civil Somos Autistas Juárez. A partir de ese encuentro, la familia comprendió que no estaban solos: había otras madres y cuidadores enfrentando los mismos retos en una zona donde los espacios seguros e inclusivos para la niñez son escasos.
Gracias al acompañamiento de Somos Autistas, Paul pudo acceder de manera inmediata a atención neuropediátrica, recibiendo el apoyo necesario para cuidar su salud emocional y bienestar. Hoy cursa la secundaria y continúa desarrollando su creatividad, compartiendo con orgullo sus obras con quienes visitan su hogar.

Centro de atención para el autismo, una necesidad latente
En México, se estima que 1 de cada 115 niñas y niños se encuentra dentro del espectro autista, según Autism Speaks. El autismo es un trastorno del neurodesarrollo que se manifiesta en distintos grados y puede implicar desafíos en la interacción social y en la comunicación, aunque también conlleva formas particulares de percibir y comprender el mundo.
En Juárez, según el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, hay cerca de 463 mil 100 menores de 17 años, lo que equivale al 30.6% de la población total. Aplicando la estimación nacional de prevalencia de autismo, en la ciudad podrían vivir alrededor de 4 mil niños y niñas dentro del espectro autista.
En el suroriente, la zona con mayor densidad poblacional —hasta 25 mil habitantes por AGEB—, los espacios de atención son limitados. Leslie Molina explica que actualmente apoyan a cerca de 60 menores de colonias como Tierra Nueva, La Cañada, Loma Blanca, Las Gladiolas, Parajes de Oriente y el poblado de Práxedis G. Guerrero.
Sin infraestructura propia, la asociación ofrece terapias y actividades que promueven desarrollo social y contención emocional. Desde su patio en la colonia Zaragocita, organizan sesiones lúdicas que mejoran motricidad, socialización y manejo emocional.

La primera apuesta de Leslie fue recuperar el kínder Niños Héroes, abandonado, en la calle Olivar de Castilla. Tras limpieza y reacondicionamiento con aval de autoridades educativas, semanas después no pudo ser usado como centro de atención porque el terreno era ejidal.
Desde entonces, busca un espacio municipal para un centro formal de atención, infraestructura que considera urgente y necesaria.
En agosto, presentó su propuesta ante regidores del Ayuntamiento, quienes respondieron que otra organización ya atiende a esta población, afirmación con la que Leslie no coincide.
Menciona que, aunque hay otra asociación civil, el suroriente es una zona muy grande y para los habitantes de colonias como Tierra Nueva, Riberas, Las Gladiolas, Loma Blanca y La Cañada la atención resulta inaccesible.

“Hay lista de espera porque la necesidad es muy grande. Para acudir a otros espacios se gasta hasta 200 pesos en transporte privado o una hora y media en transporte público que no es digno”, comenta.
A esta situación se suma la falta de Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER) en escuelas, cuya función es acompañar planteles de educación básica para que menores con discapacidad o aptitudes sobresalientes puedan integrarse plenamente.
“La falta de escuelas con USAER ha llevado a algunos estudiantes a desertar, lo que complica la calidad de vida de los niños y de los cuidadores, que están con ellos 24/7 sin acceso a terapia ocupacional”, añade Leslie.
Mientras impulsa la creación de un centro de atención, Leslie ha iniciado un proyecto personal: “Espacios seguros, tiempo fuera”.
El proyecto consiste en acudir a escuelas públicas del suroriente para impartir talleres y pláticas que visibilizan las neurodivergencias en la niñez, fomentando entornos escolares más seguros e inclusivos.
“La necesidad está latente en el suroriente porque no hay quién diagnostique, quién ayude a identificar los rasgos, quién atienda a los cuidadores y además no existen espacios suficientes para estos casos. No se visibiliza porque no hay un censo; en el estado no tenemos un dato preciso de cuántas personas viven con autismo”, señala.