Ciudad Juárez, Chihuahua.— Silvestre Lozano Borja es originario de Nueva Santa Flora, un pueblo en el municipio de San Felipe Usila, Oaxaca. Es de allá, donde “cada temporada la montaña suelta un aroma muy agradable, muy rico, de perfumes”. Dice con orgullo que es “indígena chinanteco al cien por ciento”, al igual que su esposa y sus cuatro hijas, con quienes vive en un fraccionamiento del suroriente de Ciudad Juárez. Tiene 50 años y hace 21 (específicamente el 9 de mayo de 2000) llegó a Ciudad Juárez en búsqueda de mejores oportunidades laborales. Sin muchas dificultades fue contratado en la misma empresa maquiladora en la que trabajaba su hermano. “Salí de la comunidad para sacar adelante a la familia porque allá no hay trabajo como aquí, maquilas. Simplemente somos campesinos, sembramos maíz, café, yucas, frijol, cilantro, tomates, para consumo de nosotros y poquito que se vende a cambio de mandado. Cuando vi que estaba mejor aquí que allá, a los dos meses le hablé a mi familia para que vinieran para acá, junté para el boleto y sí llegaron”, cuenta. Desde entonces Silvestre, su esposa, Socorro Linares, y sus hijas se sumaron a las más de 10 comunidades indígenas que habitan en la ciudad. En este tiempo, la familia Lozano Linares ha mantenido sus tradiciones y el uso de su lengua materna. No obstante, la pérdida de las lenguas indígenas es un fenómeno identificado por el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), lo cual es más común en niños, niñas y adolescentes (NNA) de 3 a 14 años de edad que viven en Juárez. Así lo mencionó el subdirector de Proyectos Institucionales del INEGI, Gabriel Franco Zepeda, el pasado 22 de febrero durante las celebraciones realizadas por la Comisión Estatal para Pueblos Indígenas (COEPI) en Juárez, en el marco del Día de la Lengua Materna. El censo de 2010 demuestra que en Juárez el 10.4 por ciento de NNA de 3 a 14 años hablaban una lengua indígena, pero para el 2020 el porcentaje disminuyó a 5.3. Es decir, se redujo casi la mitad en una década. Franco Zepeda informó que en 2010 en Juárez había 6 mil 680 personas de tres años o más que hablaban alguna lengua indígena, y aunque esta cifra, incluyendo a adultos, aumentó a 8 mil 160 en el 2020, los niños, niñas y adolescentes dejaron de hablar su lengua materna. 
“Habría que ver qué está motivando esto; son cuestiones de que está disminuyendo también el número de hijos en las familias o se está perdiendo esta cuestión de que aprendan a hablar sus lenguas maternas”, dijo Franco Zepeda.
Por su parte, el jefe de división de la Comisión Estatal para Pueblos Indígenas (COEPI) en Juárez, Jesús Vargas Campos, explica que la pérdida de la lengua materna está más presente en unas comunidades que en otras debido al tiempo que llevan inmersos en la vida urbana. Ejemplifica esto con el pueblo mazahua, que lleva en Juárez más de 60 años. Son las personas adultas mayores de esta comunidad quienes todavía conocen y hablan su lengua, sin embargo, mientras más joven es la población, es menor el conocimiento sobre el lenguaje. “El uso y el dominio del idioma materno es más escaso por esta exposición a la vida urbana”, dice Vargas Campos. Pasa lo contrario con el pueblo chinanteco que tiene alrededor de 20 años de haberse asentado aquí, además de que siguen migrando de su lugar de origen hasta Juárez. Las estadísticas del Censo de Población y Vivienda 2020 lo ratifican: en Juárez un 22 por ciento de la población indígena dijo hablar chinanteco, 15 por ciento náhuatl, 11 por ciento tarahumara, 8 por ciento mazahua, 8 por ciento zapoteco, 5 por ciento mixteco, 5 por ciento popoluca, 4 por ciento mixe, 4 por ciento mazateco y 18 por ciento otras lenguas. Con el pueblo rarámuri, dice, pasa una situación diferente pues no tuvieron que migrar a otro estado para buscar una mejor calidad de vida; “están en su propia tierra, por llamarlo así, y los papás lo siguen usando de manera constante. Han introducido muchos términos del castellano pero todavía mantienen como hilo central el idioma materno”. El proceso de adaptación a la vida urbana por el que pasan las personas indígenas es, para el jefe de división de la COEPI, una de las principales causas de la pérdida de las lenguas maternas. Pero también hay otros factores como la discriminación, la falta de políticas públicas y apoyos gubernamentales que abonan a esta problemática. 
***
Silvestre Lozano Borja habla de su pueblo con añoranza. Sobre todo recuerda la naturaleza: los arroyos, los árboles y las abejas. Sentado en su sala, portando su vestimenta típica, agrega que extraña mucho las fiestas patronales y el Día de Muertos. En Nueva Santa Flora, Silvestre ocupó varios cargos comunitarios, pues desde joven se ha preocupado por el bienestar de su gente. Fue policía, encargado de obras públicas, recibió capacitaciones en primeros auxilios y fue nombrado doctor del pueblo luego de asistir siete partos. A los 24 años lo nombraron autoridad máxima de su pueblo. “Di ese servicio en mi pueblo, yo ofrecí esos servicios gratuitos. Hasta el día de hoy sigo yo sirviendo a mi comunidad, eso es lo que soy y lo que me gusta también”. Por ello dejar su lugar de origen fue algo sumamente difícil, pero era lo que tenía que hacer. “La vida del indígena es muy dura, hasta me dan lágrimas cuando me acuerdo”. Ya en Ciudad Juárez la familia Lozano Linares se enfrentó a nuevos retos. El principal de ellos: hablar y entender el español. Tanto Silvestre como Socorro encontraron trabajo en una maquiladora en donde recibieron el apoyo suficiente. “Cuando yo llegué no podía platicar así, como estamos platicando ahorita, no salía la palabra. Entendía poco, nada más podía contestar ‘sí’, ‘no’. En la maquila aprendí con los compañeros, no me daba pena decir que soy indígena”, dice. Aunque sí fue víctima de discriminación en repetidas ocasiones, varias quejas en el departamento de recursos humanos de su trabajo lograron solucionar el problema. Con el trabajo de Silvestre y Socorro pudieron darle estudio a sus cuatro hijas, quienes ahora son profesionistas. En su hogar procuran hablar solo en chinanteco. El español lo hablan cuando es necesario, menciona Silvestre. “Mi hija que nació aquí no lo habla (chinanteco). Yo le hablo en chinanteco pero ella me contesta en español. Contesta alguna palabra pero el tono no está bien”. 
***
La oficina de la COEPI en Juárez propuso durante la pasada administración estatal, a cargo de Javier Corral Jurado, un programa de cuidado infantil dentro de las comunidades indígenas, que tenía entre sus objetivos enseñar a los NNA las costumbres y lenguas maternas. Jesús Vargas Campos lamenta que no fuera aprobado por las oficinas centrales de la comisión, a pesar de que el equipo de Ciudad Juárez ya contaba con “todo para arrancar el programa, solo necesitábamos financiamiento”. El programa de Nanas, como se llamaría, tomaba en cuenta las mismas dinámicas que hasta la fecha tienen las mujeres de las comunidades respecto al cuidado de sus hijas e hijos. Por ejemplo, dice Vargas Campos, entre las mujeres se turnan para dedicarse al cuidado de las niñas y niños, mientras una sale a trabajar la otra se queda encargada. “Nada más buscábamos fortalecer lo que ya estaba en la práctica y nos decían que lo único que necesitaban eran hojas de cuaderno, colores, plastilina, porque no tienen qué ponerlos a hacer. Nos decían que lo único que hacen es ponerlos a ver tele todo el rato y que les dan de comer Maruchan porque no tienen otra cosa”, indica. Vargas Campos dice que el programa no era caro y que las mujeres de las comunidades estaban interesadas en participar; la propuesta consistía en entregar alimentos saludables, un cuadernillo de juegos y aprendizajes, recomendaciones de cuidado infantil y apoyo psicológico, que la COEPI Juárez se encargaría de gestionar. Además con este programa se buscaba resguardar a los NNA que están expuestos en la vía pública, así como desarrollar pertenencia cultural y habilidades en las nanas, ya que dentro de los pueblos originarios las mujeres tienen un papel muy importante pues son las encargadas de transmitir todas las tradiciones de generación en generación, según Vargas Campos. “Nosotros estamos convencidos que esto lo necesitan las familias y los niños, pero no lo permitieron”, expresa. Han optado por presentar el programa de Nanas a diferentes actores para buscar financiamiento, pero hasta el momento no han tenido éxito. 



