Ciudad Juárez, Chihuahua.— Jonathan acaba de cumplir 17 años. Desde que inició el distanciamiento social en la ciudad, hace casi cinco meses, no ha podido acudir a los talleres que recibía por parte de CASA, Centro de Asesoría y Promoción Juvenil en lugar de las clases regulares en una escuela. Como muchos adolescentes de su edad, Jonathan tuvo que abandonar sus estudios por causas externas a él. En su caso, su madre Dulce María Mendoza de 38 años de edad, cuenta que fue por la necesidad de buscar una mejor calidad de vida. La familia, originaria de Córdova, Veracruz, migró hacia esta ciudad fronteriza en busca de trabajo luego de que el papá de Jonathan fuera liquidado. Al llegar a Juárez, se instaló en uno de los fraccionamientos de vivienda de interés social que abundan en el suroriente y ambos padres comenzaron a laborar en una empresa maquiladora. Desde que llegaron, hace cinco años, Jonathan tuvo problemas para ingresar a la escuela.
“Se me hizo muy difícil meterlo a la escuela normal porque los papeles no me los respetaban hasta que se acabara el próximo ciclo, él iba a entrar a primer año de secundaria”, explica su madre.
Cuando por fin pudo retomar sus estudios tuvo que hacerlo en el segundo turno de una secundaria que le quedaba muy lejos de su casa, sin embargo la inseguridad de la zona orilló a sus padres a sacarlo nuevamente de la escuela en la que solo estuvo unos meses. “Donde yo lo llevaba estaba más lejos y más peligroso, eso era lo que también me ponía a pensar porque en dos o tres ocasiones sí vi bastante peligro para venirnos mi hijo y yo porque caminábamos los dos solos”, agrega. Actualmente, Jonathan participa en el programa educativo ‘Va de Nuez’, de la asociación civil CASA, en el que acuden las y los estudiantes que no lograron acabar la primaria o secundaria por diversas razones. La educadora comunitaria de CASA, Alejandra Flores Hernández, quien trabaja en la sede del suroriente ‘CASA Orientarte’, —a la que acude Jonathan— explica que existen varios motivos que orillan a niñas, niños y adolescentes (NNA) a dejar sus estudios, la mayoría son por causas ajenas a ellos. Al menos siete razones por las que ocurre la deserción escolar son enumeradas por Flores Hernández, entre ellas se encuentra la de Jonathan, pero asegura que pueden ser muchas más las que causen esta interrupción en el desarrollo académico de NNA. Para comprender estos motivos, la educadora considera necesario conocer el contexto que se vive en esta zona periférica pues al estar tan alejada del actual centro de la ciudad, existen diversas problemáticas que se agravan en este sector. Una gran parte de los habitantes del suroriente son originarios del sur del país que han migrado para trabajar en la industria maquiladora; al buscar una mejor calidad de vida, viajan con sus familias completas, que la mayoría de las veces son numerosas, integradas por 5 o 6 personas. Sin embargo, las viviendas en las que se instalan son de máximo dos cuartos por lo que viven en hacinamiento, situación que puede llegar a desencadenar violencia familiar. Además, al ser una zona retirada de la mancha urbana, servicios básicos como la seguridad pública no se hace presente, provocando así un mayor índice de violencia e inseguridad. La dispersión urbana es otro factor que dificulta la vida de las personas que habitan allí, pues las distancias para llegar a los centros educativos, por ejemplo, son largas y llenas de focos riesgos como lotes baldíos y tapias (casas abandonadas que en ocasiones son usadas para el consumo de drogas).
¿Por qué ocurre la deserción escolar en el suroriente?
Una de las razones que han podido identificar en CASA Orientarte sucede cuando las familias migrantes del sur se instalan temporalmente en esta zona con el objetivo real de cruzar a Estados Unidos. Durante el tiempo que viven en Juárez, habitan una vivienda, consiguen trabajo en la industria maquiladora y sus hijas e hijos ingresan a la escuela. Pero cuando se da la oportunidad de cruzar la frontera, ya sea con la documentación requerida o por algún puerto no oficial, dejan atrás sus casas, sus empleos y la educación de sus hijas e hijos. En ocasiones, puede que decidan quedarse a vivir del lado mexicano y sean otras las situaciones que propicien la deserción escolar. La falta de tiempo de los padres para atender las llamadas de atención que reciben sus hijas e hijos en la escuela es otro factor identificado. “Hay profesores que ya no pueden, por así decirlo, con la conducta de los alumnos y los papás en su contexto de trabajo en maquiladora, no pueden asistir a las reuniones de la escuela… las familias son numerosas y no pueden dejar de trabajar para venir a dialogar con el chico que se portó mal en una clase o que no trajo la tarea”, indica la educadora. En otra situación que causa la interrupción de los estudios es cuando el personal docente descubre que la o el alumno consume sustancias ilegales al interior de las instalaciones o llega bajo los efectos de las mismas. De acuerdo con Flores Hernández, la ubicación de esta zona de la ciudad implica una entrada de sustancias ilegales como la mariguana y el cristal que propicia el consumo a una temprana edad. Por ello, “las escuelas están al borde del colapso sobre este tema” y al no saber cómo manejarlo intentan canalizarlo con la Fiscalía General del Estado. El hecho de pertenecer a una familia numerosa, a veces implica que los padres vean a sus hijas e hijos como recursos que pueden aportar de diferentes formas a la casa. La educadora comenta que en ocasiones los padres prefieren que los hermanos mayores se queden en casa para cuidar a los más pequeños mientras los adultos trabajan. Aunque es más frecuente observar que las mujeres sean las que abandonan la escuela para trabajar en el hogar y cuidar a los hermanos menores, Flores Hernández comenta que recientemente han detectado un incremento de casos en hombres. “También los papás que trabajan en la obra, en la venta de segundas se los llevan (a NNA) para que trabajen. A veces prefieren los papás tener un recurso extra para vivir bien porque la escuela no la ven como necesaria cuando lo que falta es una mejor economía”, dice. Finalmente, la educadora menciona el tema de la violencia familiar como otra de las causales para la deserción escolar; NNA optan por salirse de sus casas con el propósito de escapar de la violencia que sufren. Al huir de sus viviendas, también comienzan a faltar a la escuela hasta que por ausencias pierden el ciclo escolar. Cifras oficiales de la Secretaría de Educación Pública demuestran que los índices de deserción escolar en Juárez han aumentado en primaria y disminuido en secundaria y preparatoria, pues en el ciclo 2015-2016 el porcentaje de deserción en la primaria era de -0.70; en la secundaria de 21.10 por ciento y en la preparatoria de 13.70 por ciento. Para el ciclo 2016-2017, en primaria se registró un porcentaje de -0.30; en secundaria, 5.60 por ciento y en preparatoria un porcentaje de 15.60. Mientras que en el ciclo 2017-2018, que son los últimos datos que se tienen, en la primaria la deserción escolar aumentó a 0.20 por ciento; en secundaria bajó a 4.70 por ciento al igual que en preparatoria, donde llegó a 11 por ciento. La cantidad de estudiantes en los tres ciclos mencionados ha disminuido en los niveles de primaria y secundaria, a diferencia de preparatoria, donde han aumentado: en el ciclo 2015-2016 había 174 mil 492 estudiantes en primaria; 77 mil 834 en secundaria y 54 mil 521 en preparatoria. Durante el ciclo 2016-2017, se registraron en primaria 174 mil 268 estudiantes, 77 mil 251 en secundaria y 58 mil 292 en preparatoria. Para el 2017-2018, 173 mil 083 en primaria, 77 mil 077 en secundaria y 59 mil 622 en preparatoria.
Las consecuencias de la deserción escolar
Desde la percepción de Flores Hernández, el abandono a los estudios implican grandes problemáticas sociales y económicas que bien podrían ser prevenidas con nuevos programas, políticas públicas y acciones conjuntas entre gobierno y asociaciones civiles. La educadora recuerda que NNA necesitan un espacio de certidumbre y pertenencia para sentirse seguros, realizados y amados; al no encontrar esto en casa o en la escuela, lo buscan en otros espacios. “La familia ahorita está preocupada por la economía, por un sin fin de situaciones donde ya no es tan importante cómo se sienta la chica o el chico. Con los padres trabajando en la maquiladora, los chicos se quedan sin escuela y en la calle”, dice. Jonathan y su madre lo confirman, pues ambos concuerdan en que en la zona existe mucho consumo de drogas, razón por la que Jonathan prefiere no salir a jugar al único parque que está cerca de su casa. Por su parte, Dulce puntualiza que está muy pendiente de su hijo y al mismo tiempo agradece el trabajo de CASA Orientarte, donde se le brindan las herramientas necesarias a Jonathan para que salga adelante.
“Por eso no se me ha descarrilado… aquí donde vivimos se inunda mucho de drogas. Tiene amigos más chiquitos que él y son drogadictos, por eso también estamos pendiente de él. Y sí, la verdad aquí donde estamos está muy peligroso”, declara.
Este año, Jonathan iba a entrar a la preparatoria pero con la situación de la pandemia del COVID-19, sus planes fueron nuevamente atrasados, sin embargo, seguirá tomando clases en CASA hasta que pueda retomar sus estudios. Su meta es entrar a la universidad y estudiar Artes Plásticas pues uno de los talleres que más disfruta es el de dibujo.