Ciudad Juárez, Chihuahua.— En este desierto, donde el agua es escasa y los climas extremos, hay personas que le apuestan le apuestan a la creación de huertos urbanos y periurbanos para consumo propio, una actividad que promueve la autonomía alimentaria y favorece al medio ambiente. El biólogo Irving Prieto Contreras es una de ellas. Desde hace siete años se dedica a la producción de alimentos orgánicos dentro un terreno de su familia ubicado en el kilómetro 27, a las afueras de la ciudad. “Aquí tenemos cultivos de temporada, principalmente. Ya estamos terminando la temporada de verano y vamos a comenzar con la de invierno, estamos a dos, tres semanas de terminar la de verano”, dice. Dentro del espacio hay cultivos de tomate cherry, calabaza zucchini o italiana, sandía, frijol, ciertas variedades de chile, como el pimiento morrón, serrano, jalapeño, poblano y california. También hay flor de calabaza, pequeños árboles de granada y una hilera de flores de cempasúchil. Irving recuerda sus comienzos en el autocultivo, cuando tenía su huerto en un jardín de traspatio con lechugas y espinacas. “Al primer año eran 10 lechugas, al segundo año ya eran 50, al tercero ya queríamos sembrar 300 y al cuarto año ya queríamos 10 mil lechugas; entonces se convirtió en una actividad que nos fue atrapando”. Al día de hoy, los cultivos del huerto alimentan a la familia de Irving y a la del trabajador que les ayuda a mantener los plantíos, mientras que otras personas de la zona se acercan a comprar sus productos. El autoconsumo y luego el autoempleo fueron los principales incentivos para hacer productivo el terreno familiar que por varios años quedó abandonado, luego de que fallecieran sus abuelos, quienes vivían en el lugar, explica Irving. “Teníamos el desafío de transformar un espacio no fértil en algo productivo, que generara trabajo a corto y mediano plazo”, cuenta. De acuerdo con Irving, todo suelo es cultivable siempre y cuando se conozcan las carencias que tiene para poder brindárselas; es decir, si la tierra requiere materia orgánica y humedad —como es el caso de esta región— “es lo que hay que entregarle al suelo”.
“El paradigma era que no se puede cultivar en el desierto y nosotros de alguna manera estamos demostrando lo contrario, que sí se puede y la intención es cultivar y crecer suelo”, dice.
La falta del servicio de agua potable en la zona tampoco representa un impedimento para cultivar, ya que Irving usa un sistema de riego por goteo que impide el desperdicio de agua, que llega hasta el kilómetro 27 en camiones cisterna. https://www.youtube.com/watch?v=qo6AQriBLjM Además de que permiten hacer un uso responsable del agua, los autocultivos también otorgan otros beneficios al medio ambiente, explica Patricia Talavera, bióloga juarense encargada del huerto urbano de un restaurante local. “Ayudas a reducir los gases de efecto invernadero porque no tienes que utilizar el transporte para traer todo ese alimento y no se desperdicia tanto porque vas cuidando tu huerto, vas cosechando lo que necesitas”, dice. Patricia enfatiza que cultivar alimentos para autoconsumo no representa altos costos y, al contrario, genera ahorros para las personas, que dejan de comprar frutas y verduras en los supermercados. La bióloga ha trabajado en colaboración con comunidades indígenas que buscan aprovechar todos los beneficios de las plantas nativas y, al mismo tiempo, fomentar la creación de autocultivos. Respecto a la vegetación nativa, explica que algunas personas desconocen que se pueden aprovechar los frutos de los árboles palo verde y mezquite, especies nativas que en ocasiones son retiradas por sus espinas o por no brindar sombra. “Sí se pueden aprovechar y no utilizan tanta agua. Tengo un amigo que hace harina de mezquite, con eso hace galletas, gorditas, quesadillas; está muy rico, de ahí podemos sacar muchas cosas”, añade. Este aprovechamiento no solo se refiere al aspecto económico, pues al dejar de consumir productos de grandes empresas también nos independizamos del consumo de agroquímicos, los cuales son dañinos para la salud, asegura Irving.
“Nosotros realizamos nuestros fertilizantes orgánicos. Todo lo de la granja, nuestros residuos los procesamos y los fertilizamos, a su vez también maximizamos los residuos de la comunidad. Por ejemplo, vamos con el vecino que vende elotes y nos da toda la mazorca para hacer carbón. Vamos con la persona que vende barbacoa y los huesos nos sirven para hacer fertilizante de hueso; maximizamos los recursos al interior de la granja y de la comunidad, es parte de la intensión”, enfatiza el agricultor.
Ambos especialistas reconocen que la creación de huertos urbanos refuerza los lazos dentro de las comunidades, puesto que se realizan intercambios de productos entre las personas y el conocimiento se comparte. “Es dejar de dar este valor o fuerza a la industria que tiene sobre nosotros, que es la del control global de la alimentación. Nosotros, al retomar estas prácticas, nos estamos generando autonomía”, dice Irving.