La Tenda di Cristo es una organización que en Ciudad Juárez brinda apoyo a personas diagnosticadas con VIH, jóvenes en situación de riesgo y gente en situación de calle.
Autor: Miguel Silerio | Edición de Video: Favia Lucero | 22 de noviembre de 2018
Ciudad Juárez, Chihuahua.— Davide Dalla Pozza no escogió llegar a México. No pensaba en Ciudad Juárez como un lugar ideal para vivir. Las formas del desierto no le resultaban deseables, pero el viaje que emprendió para asentarse en esta frontera comenzó más como uno de tipo espiritual.
Procedente de Vicenza, una ciudad del Véneto en el norte de Italia, Davide, de 44 años, formó parte de un programa de voluntariado para colaborar con el Centro Caritativo para Atención de Enfermos de Sida, conocido en la localidad como ‘La Tenda di Cristo’.
“En realidad no escogí a México porque me gustara Juárez, no. Dije: Voy a Juárez porque es un lugar que no me gusta y es un reto para mí. A mí me gusta la playa, el verde. Nada que ver, ¿no?”, dice Davide, arrebujado en uno de los sillones de la estancia de la Tenda.
La Tenda es un conjunto de salones de usos diversos, entre los dormitorios de los residentes, una carpintería, una enfermería, una capilla, una panadería, áreas de terapia física y un comedor.
Al fondo hay un invernadero hidropónico y en el centro un ‘laberinto de sanación’. Con sus muros mitad blancos-mitad anaranjados, su apariencia es similar a la de cualquier primaria pública.
Fundada por el padre italiano Francesco Zambotti, la Tenda comenzó sus operaciones en 2001 como un albergue para personas diagnosticadas con VIH/SIDA y luego desarrolló programas de prevención e inclusión social para grupos vulnerables.
Davide, quien actualmente es el representante legal de la organización, narra que cuando llegó a la Tenda en 2003, solo existía la mitad de las instalaciones con las que cuentan hoy, apenas unos muros de concreto levantados por voluntarios italianos, y la mayoría de los integrantes realizaban tareas variadas, entre ellas preparar comida, ocuparse de los traslados, dar mantenimiento a las habitaciones y mediar conflictos entre los habitantes.
“A nivel espiritual me llené mucho aquí. Independientemente de ser católico, cristiano, ateo, lo importante es dar algo: hacer una aportación a la sociedad. Y creo que aquí puse mi granito de arena, pude apoyar a mucha gente, y mucha gente me apoyó a mí”, asegura.
Después de seis meses Davide regresó a Italia, pero su experiencia reciente en Juárez y el trabajo con grupos vulnerables, la comunidad que había ayudado a crecer en la periferia de la frontera méxico-americana y las personas a las que conoció, lo llamaron a volver. En su país natal, relata, ya no se sentía requerido.
“Me encanta la gente de Juárez, me parece una gente muy hospitalaria, acogedora, y el trabajo me encanta: pasar el tiempo, resolver problemas. Y decidí regresar porque este era mi lugar. Ya me sentía casi inútil en Italia, con una experiencia ya vivida que no me estaba dando mucho a nivel espiritual. Y aquí… siempre me dio mucha felicidad estar aquí”.
Durante los primeros días trabajó en la Tenda, aún sin hablar español del todo bien, se encontró con cerca de 100 personas, en su mayoría provenientes de Veracruz, que solicitaban alojamiento tras pasar varias noches viviendo en situación de calle, en la zona conocida como Lote Bravo.
“Estaba aquí el fundador (Francesco Zambotti) y le pregunte si podían quedarse a dormir, a comer. Me dijo ‘Yo mañana me voy, tú decide’”, cuenta David entre risas.
Posteriormente se convirtió en el director de la organización y ayudó a que la misma creciera y desarrollara nuevos programas para atender a cada vez más personas, entre ellos ‘Yo Soy Rediseño Social’, proyecto enfocado a acompañar a jóvenes egresados del Centro de Readaptación Social para Adolescentes Infractores (Cersai).
Auspiciado por el Fideicomiso para la Competitividad y la Seguridad Ciudadanas (Ficosec), Yo Soy Rediseño Social brinda albergue, educación y capacitaciones a los egresados del Cersai, y lleva ‘Brigadas de Alegría’ para fomentar la convivencia en los que allí permanecen.
Como resultado de la experiencia de este proyecto, Davide comenta que uno de sus sueños es crear una nueva organización enfocada en su totalidad a trabajar en la reinserción social de jóvenes en conflicto con la ley.
Para él no es ajeno el tema de las migraciones procedentes del sur de México y de centro y Sudamérica. Ha visitado Honduras y El Salvador para trabajar con jóvenes en situación de riesgo, y algunas de las personas que se albergan en la Tenda son migrantes que buscan alejarse de la violencia en sus países.
“Veo que la gente que tiene que migrar no lo hace por su propia voluntad: ves a los jóvenes que lloran porque no pueden ver a sus familias, a sus padres, y vienen de un contexto de violencia extrema que los obliga a salir de su país”, asegura.
Para los migrantes que viven en la Tenda, relata, el contexto de vulnerabilidad es aún mayor pues su situación legal en el país les impide trabajar y estudiar, dejándolos a merced de las organizaciones delictivas que operan en la ciudad.
“Ojalá que esta caravana sensibilice a los gobiernos para cambiar el sistema, porque si no seguirán siendo pan caliente para el crimen organizado. Si tú no puedes estudiar y tú no puedes trabajar, ¿qué vas a hacer? tienes que comer, ¿no? Es un sistema oscuro para mantener el trabajo ilegal”, opina.
La violencia no es ajena tampoco a los habitantes de Ciudad Juárez, que entre 2008 y 2011 vivieron su peor racha, en la que los asesinatos se contaban por miles. Davide vivió aquí durante esos años y no se fue porque, asegura, se habría sentido peor. Sus hijos, nacidos en México, aman a Juárez y no estarían dispuesto a irse. Lo dice mientras sonríe y sostiene una fotografía de su niña y sus gemelos.
Dice que, para él, la situación no ha cambiado tanto en Juárez. Esta sigue siendo una ciudad violenta. Más aún en las zonas ubicadas lejos de la mancha urbana, como la colonia San Francisco, donde se encuentra la Tenda.
A pesar del riesgo constante que alguna vez lo llevó a pensar en dejar la ciudad, Davide disfruta visitar el desierto, dormir en la dunas de Samalayuca, caminar por las deslucidas calles del Centro Histórico y ocasionalmente visitar los bares tradicionales de ese sector: El Recreo, El Eugenio’s, La Cucaracha, El Kentucky.
Por el contrario, no visita la vecina ciudad de El Paso, Texas. Se siente incómodo e inseguro. Aquí, dice, es libre.
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Parte del especial ‘Ciudad de Migrantes’