diciembre 26, 2024

La lucha no se detiene después de las elecciones: Marichuy Patricio

María de Jesús Patricio Martínez, "Marichuy", quien aspira a una candidatura independiente por la Presidencia de la República, visitó el ICSA de la UACJ el pasado jueves 8 de febrero

Ciudad Juárez, Chihuahua.—Su padre trabajaba la tierra. Dedicaba largas jornadas a cambio de sólo la mitad de su cosecha. La otra mitad, era para el dueño: ese era el trato que tenían, pero la mitad nunca fue suficiente para el dueño de la tierra.

Al final, el agricultor tenía una deuda de mil pesos. La hija del trabajador, una niña, le pidió los papeles a su padre e hizo las cuentas sólo para comprobar que, si existía alguna deuda, era del dueño de la tierra con el agricultor.

Injusticias como esta, y otras contra los pueblos indígenas y no indígenas, llevaron a la niña, hoy una mujer de 54 años, a buscar la Presidencia de México.

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El público no espera a los oradores: los oradores esperan pacientemente al público, dentro del audiovisual del Instituto de Ciencias Social y Administración de la UACJ.

En el panel se encuentran Luis Bautista, de origen huichol y coordinador de los grupos indígenas en Ciudad Juárez; Magdalena García, mujer mazahua de la Ciudad de México; José Luis Castillo, activista y padre de Esmeralda Castillo, una joven desaparecida, y David Romo, de la organización Paso del Sur.

Todos tienen algo en común: han sido ignorados e insultados por las autoridades de distintas jurisdicciones, cada uno desde la lucha que opone “desde abajo”.

Marichuy y sus invitados son recibidos con tambores y música rap de artistas locales, que resulta no ser del total agrado de la audiencia. Las letras resumen algunos de los principales problemas de la frontera, especialmente el feminicidio.

A Marichuy no le gustan los protagonismos. No es la primera en tomar la palabra. Deja que cada una de las personas que la acompañan relate sus luchas desde diferentes trincheras.

El primero es José Luis Castillo. Desde hace casi ocho años desconoce el paradero de su hija, Esmeralda.

José Luis porta una manta con la fotografía de Esmeralda. Cuenta que desde que su hija se fue de su lado, él y su esposa han emprendido una lucha distante a las autoridades, que nunca quisieron esclarecer el destino de Esmeralda.

Cuando la Fiscalía General del Estado lo citó, a José Luis le entregaron un hueso del pie y, sin más explicaciones, le dijeron que era de su hija y terminarían la búsqueda para catalogar el caso como un feminicidio más.

Casi encolerizado, Castillo asegura que las autoridades le ofrecieron una buena suma de dinero a cambio de que aceptara que su hija había muerto, y que el hueso entregado era de ella.
El señor Castillo, por el contrario, se abocó a la realización de rastreos ciudadanos en el Valle de Juárez, plantones para exigir respuestas y organización de foros.

“Tenemos la confianza de que usted será nuestra voz”, dice José Luis a Marichuy, quien, solemne, escucha su historia.

El segundo en relatar su historia es Luis Bautista, de origen huichol, quien viste una indumentaria típica de su etnia y lleva un gran sombrero de palma adornado, que casi oculta su rostro.

Bautista, quien emigró desde Jalisco hasta Ciudad Juárez, asegura que es más difícil vivir en las ciudades. El acceso a la educación, al trabajo y a la salud, continúa siendo privilegio de la población no indígena. El y las comunidades que coordina en Ciudad Juárez, además, han sido víctimas del despojo de sus artesanías por parte de policías.

Luis reconoce el trabajo realizado por Marichuy, y se siente seguro de que el trabajo no termina con el proceso electoral de 2018, sino que la parte más importante es que se están dando a conocer los problemas que aquejan a las comunidades indígenas.

Por último, aprovecha para exhortar a los universitarios que lo escuchan a que orienten, ayuden y encaminen a sus hermanos indígenas.

La persecución en el quehacer de las comunidades indígenas para ganarse la vida se extiende de norte a sur. Antes de hablar, Marichuy le cede la palabra a Magdalena García, integrante del Congreso Nacional Indígena, Magdalena García. Es una mujer mazahua, de la tercera edad, radicada en la Ciudad de México.

Magdalena cuenta que los mazahuas llegaron a la capital del país en busca de mejorar sus condiciones de vida en 1940, sin embargo, dice, pareciera que vender artesanías y “trabajar con mucha dignidad” es considerado un delito por las autoridades.

“Ya no queremos esto”, dice Magdalena, y hace un llamado a la organización de los pueblos.

García fue tomada prisionera en 2006, después de los disturbios en San Salvador de Atenco entre las fuerzas policiales y militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Con ironía, relata que se le acusó de haber agredido a seis policías, actos de delincuencia organizada y de obstruir las vías de comunicación.

“¡Jamás pensé que yo era la mujer maravilla!”, exclama, y provoca las risas del público.

Margarita dice estar segura de que, a través de la organización, “los de abajo” podrán tener un lugar para acceder a los servicios de educación, salud y trabajo, y no uno en donde la única opción sea vender chicles en parques y camiones.

Marichuy no vino a Ciudad Juárez a decir promesas al aire. De hecho, no lanza ni una sola. Llegó para escuchar casos representativos de los problemas que aquejan a todo el país, y para proponer una organización entre indígenas, obreros, estudiantes y cualquier persona que nunca haya sido escuchada por los gobiernos actuales.

Marichuy es realista. Admite que el número de firmas para lograr ser candidata, no le favorece. Sin embargo, deja claro que la lucha no se detiene después de las elecciones, sino que apenas comienza.

En su intervención, Marichuy explica que el Congreso Nacional Indígena se gestó desde hace 20 años, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional convocó a todos los pueblos indígenas de México a participar en un foro, en 1995. En el Concejo no hay dirigentes, asegura, porque juntos son una asamblea, y separados en las distintas comunidades son una red de cooperación.

La aspirante a la candidatura presidencial, explica que la situación de los indígenas es peor que hace 20 años.

El gobierno y las empresas, que se rigen bajo el sistema capitalista, han impulsado grandes proyectos que desplazan a las comunidades, contaminan el agua y se apropian de la tierra; “nuestra lucha es por la vida, porque la tierra no tiene signo de pesos (…) el día que la tierra se termine, nos acabaremos junto con ella”.

Marichuy llama a que el público que la escucha guarde estas reflexiones en sus corazones y que las compartan con sus conocidos, porque la lucha que iniciaron “ya no se va a detener”.

María de Jesús Patricio Martínez no aceptó ni un peso del Instituto Nacional Electoral y, sin embargo, ya ha recorrido 26 estados del país.

Es la sociedad civil la que apoya su propuesta. Por ello, al final del evento se pide una cooperación para seguir con el recorrido. El audiovisual nunca se había desalojado tan rápido. El bote de la cooperación luce monedas y algunos billetes de 20 pesos.

Aún así, Marichuy, la niña que un día le hizo notar a su padre que el patrón le debía, buscará encauzar la exigencia de justicia por las deudas que el gobierno tiene con “los de abajo”.