Ciudad Juárez, Chihuahua.— El día 125 del calendario de 1993 era miércoles. A las 11 de la noche con cincuenta y tres minutos, Reyna, que entonces tenía 17 años, escuchó el primer llanto de su primera hija en una Clínica del Seguro Social en Ciudad Juárez. Reyna era una adolescente con una bebé en una ciudad que empezaba a tomar relevancia nacional e internacional porque hasta ese día fueron asesinadas, mutiladas, torturadas y violadas cinco mujeres. La quinta, una mujer de alrededor de 35 años, sin identificar, fue dejada sin vida en la colonia Satélite el 5 de mayo, el mismo día que Reyna daba a luz a Isabel Cabanillas de la Torre. Isabel tenía la edad del quinto feminicidio registrado en Ciudad Juárez. La madrugada del 18 de enero de 2020, Isabel Cabanillas de la Torre, artista y activista juarense de 26 años, salió sola del bar Eugenios, en la zona centro de la ciudad, y tomó su bicicleta para dirigirse a su casa. En la calle Inocente Ochoa, antes de llegar a Francisco I. Madero en sentido de poniente a oriente, alguien le disparó en dos ocasiones, una de ellas a corta distancia en la cabeza. Fue la quinta mujer asesinada del 2020. Desde entonces ha pasado un año sin que se muestren avances ni se tengan detenidos. El caso continuó en medio de una contingencia sanitaria derivada de la pandemia por la COVID-19, que se declaró a mediados de marzo del año pasado y a la que se enfrentan los caminos separados y paralelos que se desprenden del feminicidio: por un lado la investigación de la Fiscalía Especializada de la Mujer (FEM) en la Zona Norte, por otro las protestas y manifestaciones sociales de exigencia de justicia y por otro el trabajo de organizaciones para atender los casos de violencia contra las mujeres.
Una investigación sin avances
De la investigación se puede decir muy poco o casi nada. A pesar de que el gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, ha dicho en repetidas ocasiones que se hará justicia, que hay líneas de investigación sólidas, pruebas y videos, la realidad es que no se ha presentado ningún avance y no hay detenciones. “Este caso está siendo llevado a cabo de manera estratégica por la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Mujer. Entiendo que están preparando un posicionamiento para poder informar, hasta donde la investigación lo permita, los avances que hay en la misma a un año de este hecho”, declaró el fiscal de la Zona Norte, Jorge Nava López, el 13 de enero de este año. Sin embargo, dice Reyna de la Torre, no existe dicho informe, ya que ella misma cuestionó a las autoridades encargadas del caso. Hasta el momento no se ha presentado el posicionamiento que mencionó el fiscal de manera pública. La Fiscalía General del Estado (FGE) anunció desde el primer día de abril que por motivos de la contingencia sanitaria se reducía su operación al 50 por ciento del personal. Se redujeron horarios e incluso los días de atención, se descartaron servicios presenciales de terapias psicológicas y se suspendieron programas como el de empoderamiento económico de las mujeres, entre otros. Todo esto con el rezago en las investigaciones que la FEM arrastra de años anteriores vino a mermar y a dilatar los procesos de denuncia, investigación y acceso a la justicia para las víctimas, de acuerdo con especialistas y con la misma madre de Isabel Cabanillas. “Si las carpetas de investigación que trae ahorita la Fiscalía no fueran tan rezagadas, las mujeres tendrían una atención más rápida a su denuncia, pero hay carpetas de años y las nuevas denuncias se van acumulando. Las Fiscalías cerraron, y debieron buscar otras formas, son instancias de primera atención”, dice Elia Orrantia Cárdenas, directora de la asociación civil Sin Violencia, que atiende y refugia a mujeres víctimas de violencia. Lydia Graco, activista y amiga de Isabel Cabanillas, sentencia la problemática con una sola oración: “El concepto de justicia dista mucho de algo que nosotras podamos sentir en este contexto”.
Un año de lucha
Después de la madrugada del sábado en que asesinaron a Isabel, a partir del domingo que se realizó una marcha multitudinaria en la que participaron alrededor de 400 personas en un recorrido encabezado por una cruz rosa con las letras negras Isabel Cabanillas 18.Ene.20, las manifestaciones continuaron no sólo en Juárez sino en otras ciudades de otros estados, la Ciudad de México e incluso otros países. Las protestas de mujeres en exigencia de justicia y alto a la violencia machista fueron creciendo, alimentadas por el descontento social y organizadas por colectivas feministas. Entonces llegó la pandemia. El 5 de septiembre de 2020 fueron detenidas por agentes de la Policía Municipal de Juárez, 27 mujeres que se manifestaban en contra del abuso policiaco y de la violencia contra las mujeres, en el Centro Histórico de la ciudad. Las mujeres detenidas, en su mayoría estudiantes de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), fueron golpeadas y arrestadas. Algunas fueron agredidas sexualmente y amenazadas, señalaron en un pronunciamiento dado a conocer al día siguiente. El 18 de septiembre más de 60 mujeres se reunieron en el Instituto Municipal de las Mujeres (IMM) de Juárez para marchar hacia la Presidencia Municipal en exigencia de una disculpa pública por la represión policiaca de que fueron víctimas dos semanas atrás. Tanto el IMM como la Presidencia estuvieron cerradas y resguardadas por policías antimotines que impidieron el paso de las manifestantes. En el presente mes comenzaron las manifestaciones por el primer aniversario luctuoso de Isabel Cabanillas. Decenas de personas participaron en los eventos políticos, culturales y de memoria que se prepararon. El domingo 18 de enero Reyna encabezó un recorrido al bar Eugenios, donde dejaron flores y veladoras, escucharon música al filo de las dos de la mañana para hacer el mismo recorrido de Isabel, el último. Llegaron al punto donde quedó su cuerpo para recordarla, para llorar. Al siguiente día, en la FEM, colectivas feministas realizaron un evento para recordar a Isabel, para exigirle a las autoridades avances en la investigación y entregar un pliego petitorio. Para acompañar a Reyna en un camino que se ha venido plagando cada vez de más obstáculos, contrariamente a lo que declaran el fiscal y el gobernador del estado. Para Lydia Graco, que tiene diez años como activista, la pandemia vino a ralentizar los procesos de investigación, de por sí históricamente lentos, y ha servido de pretexto a los funcionarios para pausar las indagatorias y apostar por el olvido social de los casos. “Son las estrategias por parte de las fiscalías para debilitar movimientos. Esto lo han hecho por décadas, dilatar para que baje la exigencia de justicia, que se vaya mermando y cansar a las víctimas, a las familias y las colectivas, y en determinado momento limpiarse las manos”, dice. La ineficiencia oficial y la impunidad que ha marcado los crímenes contra mujeres en Ciudad Juárez es un aliciente para potenciales perpetradores, que, dice Lydia, se convierte en un caldo de cultivo feminicida porque no pasa nada.
La madre
En la escuela secundaria Federal 1 de Ciudad Juárez hay un árbol que podría no estar. Reyna recuerda en su área de trabajo en un supermercado, que Isabel siempre tuvo buenas calificaciones, que cada año le entregaban reconocimientos por su desempeño escolar. Fue en la secundaria cuando Isabel empezó a cuestionarlo todo. Así se preguntó por qué era necesario quitar un árbol de su escuela. Le dijeron que le estorbaba a unos cables eléctricos y ella pensó que era al revés, que lo que le estorbaba al árbol eran los cables. Pasó a cada salón para reunir firmas de apoyo, hasta que logró que el árbol se quedara. Y ahí sigue, recuerda ahora Reyna, junto a los refrigeradores por los que se pasa la jornada laboral. Isabel Cabanillas siguió el camino del activismo y defendió distintas causas sociales; se opuso a la instalación de una mina en el área natural protegida que corresponde a Samalayuca, se manifestó en contra de la violencia contra las mujeres y los feminicidios. Fue parte del Observatorio Ciudadano Especializado en Género, de la organización Red Mesa de Mujeres, donde contabilizaba y registraba la estadística de homicidios contra mujeres. Pintaba murales y pintaba ropa. Red Mesa de Mujeres llevó la defensa legal del caso desde el homicidio hasta hace unos días, cuando dio a conocer a Reyna que era preferible que buscara a alguien más que la representara. “Estoy sin defensa, las muchachas, las Hijas de su Maquilera (una colectiva feminista juarense) me han dicho de algunas abogadas que están interesadas y yo creo que es lo que voy a hacer”, dice Reyna. Explica que lo que empezó con reuniones quincenales con las autoridades encargadas de la investigación se fue haciendo cada mes y, eventualmente, a desaparecer durante el confinamiento derivado de la pandemia. Reyna ha sentido cómo se va aletargando la investigación, que no hay avances concretos, y cree que las autoridades quieren olvidarse del caso. Por eso ha encontrado en las manifestaciones sociales un mecanismo para preservar la memoria de su hija. “Me siento agradecida, yo no sabía la magnitud hacia tanta gente, no sabía que la amaban tanto. Yo creo que ni ella sabía realmente todo lo que dejó detrás. Estoy agradecida y yo voy a las marchas que puedo con las muchachas, con las Hijas de su Maquilera Madre, con Las Xolas, porque tengo que ser agradecida, porque si no es por ellas el caso de mi hija ya hubiera quedado en el olvido”, dice Reyna. Reyna está convencida de que no se va a detener en la exigencia de justicia para su hija hasta que se dé respuesta del crimen y se detenga a los culpables, sin importar la pandemia.
Un refugio para combatir dos pandemias
Cuando en marzo de 2020 se anunció el inicio de la contingencia sanitaria, las mujeres del país, las de Ciudad Juárez de una manera particular, enfrentaron de pronto dos pandemias: la que se generó por la enfermedad COVID-19 y la de violencia que desató el QuédateEnCasa, que dejó a miles de mujeres encerradas con su agresor en su propio hogar. Chihuahua se convirtió en el estado con más llamadas al servicio de emergencia relacionadas con violencia contra las mujeres, con un alza sostenida de abril a octubre de 2020, que en noviembre alcanzó un total de 45 mil 180 llamadas, de las 240 mil 798 que se hicieron en todo el país. El año pasado es en el que más llamadas de emergencia relacionadas contra la mujer se realizaron desde que se tiene registro. Sin embargo, las mujeres enfrentaron un sistema incapaz de responder a las dos emergencias, señala con Elia Orrantia. Entre enero y el 8 de diciembre de 2020 fueron asesinadas en Ciudad Juárez 184 mujeres, de acuerdo con datos de Red Mesa de Mujeres, la cifra más alta de un alza que se viene dando gradualmente en los últimos cinco años. Sin embargo solo 19 de estos fueron catalogados por las autoridades como feminicidio, e incluso así Ciudad Juárez es el municipio del país con más casos de feminicidio registrados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, seguido por Tijuana con 17 y Monterrey con 15. Respecto al homicidio doloso de mujeres, hasta noviembre de 2020 fueron asesinadas 2 mil 567 mujeres en el país. Chihuahua está en segundo lugar con 234 asesinatos, solo por debajo de Guanajuato, donde asesinaron a 382 mujeres entre enero y noviembre. Octubre del 2020 es el mes que más denuncias por violencia familiar registra en la historia, con 20 mil 590 denuncias en el país, en un año que hasta noviembre registró 202 mil 640 denuncias de este tipo, con un crecimiento sostenido de denuncias entre abril y octubre. Chihuahua tuvo 10 mil 525 denuncias por violencia familiar, por lo que es el quinto estado con más reportes. Más de 5 mil de estas denuncias corresponden a Ciudad Juárez, de acuerdo con Red Mesa de Mujeres. Otro delito contra las mujeres que fue en aumento en los meses de contingencia, entre marzo y octubre, es el de violación. Hasta abril 15 mil 240 mujeres denunciaron haber sido violadas en el país, 1 mil 004 en el estado de Chihuahua, que se ubica en el segundo lugar nacional con una tasa de 26.4 por cada 100 mil mujeres.
Fue en este contexto de incremento sostenido de violencia contra las mujeres y de una pandemia mundial que organizaciones como Sin Violencia se adaptaron a los cambios para brindar apoyo a las mujeres en situación de vulnerabilidad, así como a sus hijos. Para entrar al refugio de mujeres víctimas de violencia que tiene capacidad para 11 núcleos familiares o 35 personas, el equipo profesional de Sin Violencia montó filtros sanitarios. Para ingresar, las terapeutas y maestras, o cualquier persona, tienen que usar un traje quirúrgico, mascarilla, careta, lavar sus manos, cubrir su calzado y su cabeza. Un médico y cinco enfermeras montaron el filtro luego de que cinco personas de las 35 que se encontraban refugiadas dieran positivo a COVID-19, y lograron contener el brote. “Fueron grandes retos como evitar el contagio dentro, continuar acompañando a las mujeres, al egreso del refugio les garantizarles el acceso a una vida segura, pero también todas las medidas de seguridad de no contagio. Teníamos que estar cuidando otras cosas, protegerlas de ambas pandemias: de la pandemia de la violencia que ha sido histórica, y más aquí en Ciudad Juárez, y de una pandemia que a la población vulnerable la encontró realmente desamparada”, dice Elia. Desde los primeros meses de la pandemia el refugio alcanzó el límite de su capacidad. Abrieron una casa de emergencia que estaba en preparación y en ella pudieron albergar hasta a cuatro familias, cuando la capacidad era de dos, mientras las canalizaban a la Red Nacional de Refugios (RNR) para trasladarlas a otro estado donde hubiera espacio. De acuerdo con la RNR, la atención en centros y refugios incrementó 81 por ciento entre marzo y junio de 2020. Los procesos se fueron alargando ante la inoperancia de fiscalías y procuradurías, y la permanencia de una mujer y su familia, que regularmente sería de tres meses, pasó a cuatro, cinco y hasta seis meses, relata Orrantia. “Ciudad Juárez es una ciudad con poca planeación, hay mujeres que viven en espacios muy aislados. Si vives en el suroriente, donde para ir a tomar un camión tienes que caminar mucho, la falta de infraestructura los convierte en climas muy hostiles”, dice. Para ella, la pandemia mostró las debilidades del Estado en la atención a víctimas de violencia, desamparó a las mujeres más vulnerables y se volvió un reto personal y colectivo para la sociedad civil que tuvo que atender dos pandemias al mismo tiempo. https://www.youtube.com/watch?v=mIgoofNihbQ&feature=youtu.be