A pesar de que cada vez más se utilizan los parques del suroriente para otros fines, don Santiago ha puesto durante más de 20 años su oficio de jardinería al servicio de la comunidad para preservar el Parque Cárdenas.
Por Jonathan Álvarez / YoCiudadano
Ciudad Juárez, Chihuahua.– Los autos destartalados se alinean a lo largo de la calle María Teresa Rojas, en la colonia Simona Barba. Con el paso del tiempo, los yonkes han extendido sus límites hasta ocupar las áreas verdes del sector.
Lo que antes eran terrenos de tierra hoy está cubierto por chatarra, motores oxidados y llantas apiladas bajo el sol del suroriente juarense. Aun así, en medio de ese paisaje, algunos parques conservan su vocación gracias al esfuerzo de vecinas y vecinos que se resisten a vivir entre montones de fierro viejo.
Este es el caso de Santiago Viezcas, un adulto mayor de 77 años que durante más de 20 años ha cuidado con esmero la vocación del Parque Cárdenas, ubicado entre las calles Severa Arostegui, Juan Barragán y María Teresa Rojas, a solo unos metros de los yonkes que han ido devorando las escasas áreas verdes del sector.
De hecho, tan solo en el polígono delimitado por las vialidades Santiago Troncoso, Lote Bravo, Independencia y Talamás Camandari, YoCiudadano ha identificado que por lo menos 26 terrenos perdieron su vocación de área verde o parque público ya sea por venta o invasión irregular.
Ante este panorama, Santiago cuida uno de los pocos parques que le quedan a la comunidad. Siembra árboles, los poda, los riega, limpia el área y hace labor de vigilancia ante actos de vandalismo, menciona.
Hace más de 30 años, Santiago aprendió el oficio de la jardinería durante cuando migró a Texas, Estados Unidos, para obtener una mejor calidad de vida.
Sin embargo, tras sufrir un accidente que le provocó la fractura de una pierna, tuvo que regresar a México, donde desde entonces ha puesto en práctica todos los conocimientos que adquirió.
“Yo aquí jalo en el parque, nadie me manda. Todos los árboles los puse yo. Primero planté dos moros macho, dos álamos, luego olmos y lilas por todo el parque. Yo lo camino, lo limpio, lo riego y lo vigilo”, dice.
Como Santiago, en el suroriente es común encontrar a adultos mayores que han adoptado a sus respectivos parques para darles mantenimiento. Esta labor la realizan sin recibir alguna retribución económica, con la convicción de dejar un mejor espacio para las generaciones futuras, agrega.
Su día empieza desde las 6:00 de la mañana, con un cafecito, dice. Inmediatamente sale a dar la primera vuelta al parque para ver qué hace falta.
“Hay veces que los vagos queman o agarran algo en la noche. Más tarde siempre me doy otra vueltecita, pues como no trabajo, siempre estoy al pendiente”, asegura.
Así, todos los días, don Santiago recorre el Parque Cárdenas empujando su carrucha cargada con una pala, una escoba, un rastrillo y las demás herramientas que necesita para su labor. Entre surcos de tierra y hojas secas, dedica horas a mantener limpio y vivo el espacio que considera parte de su vida.}

La sombra de los árboles que hoy disfrutan las vecinas y los vecinos del sector es fruto de su trabajo constante. Sin embargo, lamenta las condiciones de inseguridad en la zona, pues con frecuencia, dice, el mobiliario del parque es robado o dañado.
“Me da gusto hacer este trabajo, es una cosa que no cualquiera hace y yo lo hago con todo el corazón para la gente”, afirma.
A lo largo de este tiempo, don Santiago también ha enfrentado momentos de desánimo. Le gustaría contar con mayor apoyo de sus vecinos, pues recuerda que la única retribución económica que llegó a recibir fueron los 10 pesos que, en su momento, le daban las personas que vendían cerca del parque. Hoy, ni siquiera ese pequeño gesto persiste.
El trabajo comunitario, dice, es lo que le da fuerzas. A sus 77 años se siente sano, aunque reconoce que no todo ha sido fácil. Como muchos otros adultos mayores, don Santiago ya no puede insertarse en el sector formal y esa circunstancia le ha dejado más tiempo para dedicarse al parque que tanto cuida.
Pero ese compromiso tiene un costo: la falta de acceso a servicios de salud y de ingresos estables. No cuenta con seguridad social ni con una pensión laboral.
“Mi Afore aparece en ceros, tampoco tengo seguro. Solo tengo la pensión que ahora se les da a los adultos mayores y con eso nos mantenemos mi esposa y yo. Ya no puedo trabajar en otra parte, por eso me dedico al parque, aquí cerquita”, comparte.
En sus mejores tiempos, recuerda, llegó a atender hasta 45 casas en su labor como jardinero. Ese trabajo constante le permitió hacerse de una vivienda en el suroriente de la ciudad, pero ahora, dice con cierta nostalgia, es lo único que le queda.
“Antes no teníamos ni en qué caernos muertos. Como pudimos salimos adelante mi señora y mis ocho hijos. Aquí vivo solo yo con mi señora y dos nietos”, dice.
Don Santiago se esfuerza cada día por vivir en un entorno digno, a pesar de las condiciones de desigualdad urbana que marcan la vida de miles de habitantes en el suroriente de Juárez.

El único consejo que don Santiago da a quienes, como él, desean vivir en un entorno mejor, es amar a los árboles. “Me duele ver cuando los destruyen”, comenta.
Aún conserva muchos planes para el parque, pues ha identificado hasta el último rincón con potencial para sembrar más árboles y seguir embelleciendo el espacio que tanto cuida.
Tras convivir durante décadas con árboles y arbustos, don Santiago aprendió de la naturaleza la fortaleza que aún sostiene su vida. “Lo difícil no es sembrar árboles, sino cuidarlos”, dice firmemente.




