Ciudad Juárez, Chihuahua.— Un poco al oriente de Ciudad Juárez hay un memorial, una cruz rosa de metal, una escultura, andadores y las placas, sobre todo las placas con nombres. El memorial, antes de serlo era un campo del que se cosechaba algodón. En noviembre de 2001 lo que cosechó, lo que surgió de aquella tierra, fueron los restos de ocho mujeres asesinadas. El caso llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos que encontró al Estado Mexicano culpable de no garantizar la vida de las víctimas y de una sistemática violación a sus derechos humanos y de sus familias. Este viernes, apenas pasadas las tres de la tarde, un grupo de funcionarios municipales llega al memorial para dejar junto a la cruz rosa, una corona de flores. Todos visten de negro. Excepto una mujer que no es funcionaria y lleva una playera blanca. Estampado al frente está el rostro de su hija. Atrás dice “ni perdón, ni olvido”. Silvia Banda toma el micrófono para decir por qué está ahí. Hace ocho años, el 23 de agosto de 2010, desapareció su hija Fabiola Janeth Valenzuela Banda, de 18 años, en el Centro de esta ciudad. En septiembre del mismo año la Fiscalía encontró sus restos. Pero los entregó un año después. Silvia está ahí parada para pedir algo. Un detalle con las mujeres asesinadas: que pongan su rostro y una pequeña semblanza junto a las placas, junto a cada nombre. Para que no se olviden. Para que nombre e imagen se asocien. Pide memoria, en el memorial, hace tres años. 
Campo algodonero: El memorial de la violencia recuerda la injusticia y la omisión
- Autor Marco Antonio López
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