Ciudad Juárez, Chihuahua.— Hay un edificio solo desde hace meses donde solía haber un bar. Frente al edificio una mujer fuma y ve una fotografía y podemos suponer que algo le duele, porque llora y solloza, no habla. Fuma, llora y ve, frente a la puerta de lo que antes era un bar, la imagen de Isabel con su sonrisa amplia de dientes grandes y blancos que se extendía seguido todavía hace un año, antes de que saliera de este bar, cuando había. Detrás de la mujer hay más de cincuenta personas, siluetas apenas, bajo un profundo silencio y la noche que iluminan un poco las velas, y las luces azules, rojas y blancas de más de diez patrullas de la Policía Municipal que cierran la calle y se mantienen viendo, a la distancia. No hay voces casi, apenas murmullos de vez en cuando, frases dichas directo de las bocas a los oídos. Una bocina pequeña que cuelga de la mano de un hombre y se escucha una canción de Porter:
“Ya estoy cayendo por una espiral/.
Perdón que ya no aguante tu parti-da pero es, la perra soledad”.
Hay girasoles, velas blancas, cruces rosas, antorchas, fuego, música, llanto, abrazos, memoria, sobre todo, y fuerza para repetir el último recorrido de Isabel Cabanillas de la Torre, que salió del bar Eugenios la madrugada del 18 de enero de 2020, en su bicicleta, dobló en la primera esquina a la derecha, luego a la izquierda y en Inocente Ochoa a la derecha, donde alguien le disparó en dos ocasiones, para dejar su cuerpo sin vida tendido sobre la banqueta fría de un edificio del gobierno municipal con cámaras funcionando. 



