Ciudad Juárez, Chihuahua.— ‘Claudia’ tenía 13 años de edad cuando supo que iba a ser mamá. Estaba en segundo de secundaria. Como una niña, aún jugaba con sus primos cuando la visitaban en el municipio de Gómez Farías (Chihuahua), donde vive con su familia. Por ser la más pequeña de las primas en su familia materna, era tratada como tal. Pero la noticia de un embarazo no planeado lo cambió todo: su vida, su entorno y el de las personas que la rodeaban. Mientras Claudia apenas alcanzaba la adolescencia, su pareja, David, ya tenía la mayoría de edad y en ocasiones laboraba en empleos temporales. Claudia cuenta que él es originario de Ciudad Juárez, pero al tener a su familia allá, decidió irse con ellos. A pesar de vivir juntos y ser una pareja en espera de un bebé, Claudia seguía asistiendo a la escuela y David a sus trabajos temporales. Durante ese periodo, ella recuerda haber sido víctima de discriminación.
“En la escuela, los niños de mi salón estaban en contra de mí porque me daban chance de hacer cosas que a ellos no y se enojaban conmigo. Les daban celos, yo creo. Sí me sentía rechazada”, dice.
Durante los nueve meses que duró su embarazo, las peleas y discusiones eran constantes. Fue hasta los 14 años de Claudia y a los 19 de David, que nació Sofía, una bebé con ojos rasgados y cabello lacio. Sofía tenía 11 meses de nacida cuando sus padres terminaron su relación y decidieron separarse.
“Nosotros terminamos porque él siempre quería que hiciera lo que él decía y no me ayudaba a cuidar a la niña. Me hacía sentir menos. Me decía que si él me dejaba, nadie me iba a querer”, relata Claudia.
También reconoce que en su relación sufrió violencia psicológica y hasta física pues en una ocasión él la empujó. “De por sí yo no tengo paciencia, y esto bastó para decirle que ya se fuera. Como yo ya estaba decidida, le dije que aunque llorara, ya estaba decidido”. Claudia menciona que tampoco recibía la cantidad de dinero suficiente para comprar las cosas de la bebé, ya que a la semana David solamente aportaba 250 pesos, dinero con el que se le pagaba a la esposa de su hermano por los cuidados de Sofía. “Mis papás le compran todo a la niña y yo ayudaba con 400 pesos porque trabajé en una florería y con un contador”, dice. Ahora, Sofía tiene dos años, en unos meses cumplirá tres y hasta el momento solamente ha recibido 300 pesos que mandó su papá.
“Hace como un año fue la última vez que vino (David) y no, no dio nada. Nada más una vez después de que se fue mandó, y después dijo que no quería trabajar, que quería venir a ver a la bebé, pero que como no tenía dinero no podía”, comenta.
Agradecida, Claudia indica que la parte económica no es tan complicada pues cuenta con el apoyo total de sus padres y con el de su cuñada para el cuidado de Sofía mientras ella acude a la escuela. “Pero emocionalmente, como todavía estoy adolescente y tengo cambios de humor, tengo que adaptarme para poder entender a mi hija y tenerle paciencia”, confiesa. Sin dudarlo, opina que lo más difícil de ser madre adolescente y soltera ha sido tener que renunciar a ciertas libertades. “Yo ya no tengo la misma libertad que antes, tengo que dejar de hacer algunas cosas para poder hacerme más responsable de ella. Por ejemplo las salidas o no estar tanto tiempo en el celular, cosas así. No son importantes pero son cosas que cualquier adolescente hace, ¿no?”, cuestiona.
Chihuahua, en los primeros puestos de embarazo adolescente y paternidad ausente
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el indicador de ‘Natalidad y fecundidad’, en el 2017 el estado de Chihuahua ocupó el primer lugar en embarazos adolescentes en el país, en el que del total de nacimientos registrados, el 21.4 fue de madres adolescentes menores de 20 años.
“El Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP) aborda temáticas de manera superficial sobre los embarazos adolescentes. Que no existan estas implica una segregación, el olvido, el abandono de esta parte de la población”, puntualiza González Salas.
Desde su perspectiva, los casos de paternidades ausentes se han hecho más visibles en la actualidad debido a que la concepción de la familia ha ido cambiando. “Por ejemplo, las mujeres tenían una vida más privada y el hombre tenía un privilegio en el sentido de cuestión pública, de trabajos públicos. Los hombres, independientemente si se quedan o se van, el trabajo de las mujeres sigue siendo igual”, dice. Tania González Salas, maestra en Investigación Educativa
“Es muy difícil tener un bebé y trabajar porque o le pones atención a uno u a otro. Yo sí quiero estudiar pero la pienso mucho porque no tendré tiempo para mi bebé”, dice.
Ella, al igual que Claudia, no cuenta con el apoyo económico del padre de su hijo, pues es menor de edad y solamente consigue trabajos informales que no le permiten obtener un ingreso estable. Aunado a la deserción escolar, algunas madres solteras enfrentan serios problemas económicos ya que no pueden laborar jornadas completas por estar al cuidado de sus hijos. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2017 (ENOE) en sus registros del primer trimestre, reportan que siete de cada 10 mujeres solteras de 15 años y más, “no reciben apoyos económicos provenientes de algún programa de gobierno o de alguna persona que vive en un hogar distinto al suyo”. González Salas concuerda con el dato anterior, pues establece que existen muy pocos apoyos económicos por parte del gobierno para las madres adolescentes. Menciona la beca ‘Prospera’, que es para los adolescentes en general y con la cual reciben 800 pesos al mes. Para Lucía es indispensable encontrar un trabajo que tenga servicio de guardería pues no tiene familiares que puedan hacerse cargo de su bebé de cinco meses de nacido. Cuenta que en su anterior trabajo se molestaban con ella cuando tenía que ausentarse para llevar a su hijo al doctor. “Ya ni querían que trabajara ahí”, recuerda. Según la ENOE, en los primeros meses del 2017 del total de mujeres solteras de 15 años y más con al menos un hijo nacido vivo, el 41.8 por ciento trabajaba. De este porcentaje, 31.2 por ciento trabajaba en el sector informal; 12.2 por ciento en el doméstico y 6.6 por ciento no recibía pago por su trabajo. Bonino considera que los padres ausentes provocan “muchos problemas a las mujeres-madres trabajadoras, ya que su escaso involucramiento las sobrecarga en la tarea del crecimiento de sus hijas(os)”. A pesar de ello, Claudia asegura con firmeza que estudiará Medicina en la UACJ, y que cuando se encuentre estable financieramente, se traerá a su pequeña Sofía para “darle una buena vida a ella, y estar bien las dos”. “>