diciembre 14, 2025
Comunidades Investigaciones

Solo un camión por cada mil 138 usuarios: habitantes del suroriente exigen mejoras al transporte público

Cada día, más de 320 mil juarenses dependen del transporte público, aunque apenas 281 camiones recorren la ciudad. En el suroriente, donde las rutas alimentadoras operan con deficiencias, los vecinos comienzan a organizarse para exigir un servicio digno.

Por Jonathan Álvarez / YoCiudadano

Cada mañana, Gregoria Varela comienza su día con la incertidumbre de cuánto tardará en llegar a su trabajo. Dependiente del transporte público, su recorrido termina por convertirse en una experiencia agotadora: transbordos, largas esperas y camiones en mal estado.

Experiencias como las Gregoria se repiten en toda la ciudad en la hay más de 320 mil usuarios de transporte público que tienen a su disposición 281 unidades de transporte, de acuerdo con datos de la Dirección de Transporte.

Esto significa que, sin contar las unidades del Juárez Bus, hay un solo camión de transporte público por cada mil 138 usuarios en esta frontera. Los usuarios deben enfrentarse además a la incomodidad de viajar en unidades antiguas, ya que cerca de la mitad de los camiones disponibles no cumplen con el año y modelo que establece la Ley de Transporte del Estado de Chihuahua.

Gregoria, quien vive en la etapa 6 de Riberas del Bravo, relata que trasladarse por la ciudad se ha vuelto cada vez más complicado. Desde que entró en funcionamiento el Juárez Bus, la Dirección de Transporte eliminó las rutas directas que conectaban su fraccionamiento con el centro. Ahora, para llegar a su destino, debe hacer transbordos que prolongan su viaje a casi dos horas.

Las rutas alimentadoras que llegan a su fraccionamiento siempre están saturadas, y no es casualidad. Según la Secretaría General de Gobierno —dependencia estatal responsable de la Dirección de Transporte en la frontera—, únicamente un concesionario presta servicio a esa zona de la ciudad.

Rutas alimentadoras. Foto: Jonathan Álvarez.

Este único concesionario tiene ocho camiones en funcionamiento, sin embargo, los habitantes de Riberas dicen que varios ya se encuentran descompuestos y arrumbados. Según la Dirección de Transporte, el concesionario cuenta con seis camiones Mercedes año 2014 y dos años 2018.

Los camiones además de siempre estar llenos y sucios se mantienen en condiciones indignas, pues tienen fallas mecánicas, echan humo y en lugar de ventanas tienen plástico por donde se filtra el viento, el sol y la lluvia.

Para quienes viajan a pie por no encontrar un asiento, la jornada se vuelve especialmente dura y muchas personas como Gregoria terminan con dolor de pies y espalda después de recorrer sus trayectos.

En Riberas del Bravo se estima que alrededor de 4 mil personas usan estas rutas diariamente. A esta cifra se suman quienes deben trasladarse desde el Valle de Juárez y los poblados cercanos, aunque el recorrido de estos camiones no abarca esas zonas.

Aunque en algunas zonas del suroriente se ha logrado modernizar parte de la flotilla de rutas alimentadoras con camiones modelo 2024 —como en el caso de la Universitaria y la 1A Exprés—, el número de unidades en circulación ha disminuido durante el último año.

De las 25 unidades que tenía la línea Universitaria a inicios de año, hoy solo operan 9; y de los 41 camiones de la ruta Exprés, actualmente quedan disponibles apenas 21.

Unidad de la Ruta Universitaria. Foto: Jonathan Álvarez.

Juventudes también sienten la desigualdad

Las juventudes enfrentan dificultades particulares por el deficiente transporte público. Luis, de 15 años, explica que las condiciones actuales limitan tanto su educación como su vida cotidiana.

Su escuela, el CECyT número 7, se encuentra en San Isidro, a unos diez kilómetros de su casa. La única manera de llegar, cuenta, es a través del transporte escolar, ya que las rutas públicas dejaron de circular por la avenida Juárez-Porvenir, que atraviesa todo Riberas del Bravo hasta el Valle de Juárez.

Esta situación refleja la exclusión territorial que viven las juventudes en el suroriente. Para Luis, desplazarse hacia el centro de la ciudad puede tomar hasta tres horas, lo que evidencia la desconexión extrema en materia de movilidad. En su caso, esto significa menos tiempo libre, más cansancio y una menor calidad de vida.

Además, Luis percibe el transporte como un espacio sin autoridad ni seguridad, lo que afecta la confianza y el sentido de pertenencia de los jóvenes al usarlo.

“En los camiones nunca hay vigilancia, no hay cámaras ni alguien que intervenga. A veces se ponen a rayar y a tomar hasta atrás, y tienen conversaciones todas sacadas de contexto”, relata.

Unidad dañada. Foto: Jonathan Álvarez.

En agosto de 2025, estudiantes de la UACJ se manifestaron para exigir transporte digno y seguro, pues muchos, como Luis, deben recorrer grandes distancias desde zonas periféricas sin rutas adecuadas. La universidad reconoció el problema y, en septiembre, presentó soluciones temporales mientras se define un plan permanente para 2026.

Las protestas universitarias revelan que la exclusión que viven las juventudes de Riberas del Bravo no es un caso aislado, sino parte de un sistema que sigue sin garantizar movilidad.

Una comunidad que exige respuestas

Brissa Maltos, gerente de Participación Ciudadana de la Red de Vecinos de Juárez, explica que la organización comunitaria en Riberas del Bravo para exigir mejoras en el transporte público tiene su origen en 2022, cuando se realizó una asamblea para abordar la falta de rutas y mala calidad del servicio.

“En ese entonces se hicieron acuerdos y compromisos, pero no se cumplieron. Con la entrada del BRT esperábamos que hubiera mejoras, pero eso no ocurrió”, señala.

De ahí surge la propuesta de la comunidad de visibilizar la problemática de otra manera, con una acción pública y mediática que haga evidente el abandono del sistema de transporte en el suroriente de la ciudad.

Maltos advierte que este caso refleja un problema estructural y la poca importancia que los tomadores de decisiones le dan a la movilidad de las personas. Aunque la acción pública prevista se mantiene en pausa, vecinas y vecinos continúan reuniéndose para definir las próximas estrategias de incidencia, un esfuerzo que surge desde el hartazgo y del cansancio.

Persona con movilidad reducida esperando transporte público. Foto: Jonathan Álvarez.

La historia de Gregoria y Luis resume una realidad que se repite en toda la frontera: un sistema de transporte que no conecta y, al contrario, aísla.

Mientras las unidades envejecen y las promesas de modernización se acumulan, miles de personas siguen pagando con tiempo, cansancio y frustración el costo de la movilidad.