Ciudad Juárez, Chihuahua.— Daniel Armando Guzmán Ramos desapareció el 6 de abril de 2012 en el municipio de Jiménez, Chihuahua. Ese día inició el periplo de su madre que lo busca incansablemente desde hace 9 años, de frente a la indiferencia gubernamental y cobijada por personas que comparten su mismo dolor. Daniel Armando tenía 17 años cuando desapareció. Ahora tiene 26. La última vez que lo vieron regresaba en su motocicleta a casa de sus familiares, donde se estaba quedando por las vacaciones de Semana Santa. La Policía de ese municipio encontró el vehículo, pero del joven no se sabe nada más. Su madre, Luz Elena Ramos de la Torre, es integrante del colectivo Familias Unidas por la Verdad y la Justicia, que conjunta a personas que como ella buscan a un ser querido y que forma parte del Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos. Las personas que busca el colectivo, en su mayoría jóvenes de entre 17 y 30 años de edad, forman parte de los 2 mil 553 hombres que desaparecieron en Chihuahua entre 2010 y 2020, de acuerdo con cifras de la Fiscalía General del Estado. Luz Elena recibe el acompañamiento legal y psicoterapéutico del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (CDHPN), una organización que en el estado de Chihuahua atiende a sobrevivientes y familiares de víctimas de tortura y desaparición forzada. En la compañía de las y los integrantes del colectivo y del CDHPN, la madre de Daniel Armando ha encontrado un medio para soportar el dolor por la ausencia de su hijo y para presionar a las autoridades que deberían estar buscándolo.
“Mi vida ha sido un infierno. No deja de dolerme, parece que fue ayer. Acercándose estas fechas en que el ya cumple 9 años (desaparecido), se me hace imposible. No sé por qué Dios me ha dejado con esta cruz. Me sigue doliendo igual. El tiempo pasa, pero la herida sigue”, dice Luz Elena, sentada en el sofá de casa de su madre.
Al lado, Luz Elena se encarga de una tienda de abarrotes en las inmediaciones del Camino Real, a las afueras del municipio de Juárez. Esa es ahora su principal actividad económica. La desaparición de su hijo le significó cambiar de trabajo en otras ocasiones. También fue empleada de una empresa maquiladora y durante un tiempo vendió ropa de segunda mano. Luz Elena señala que desde el primer momento que denunció la desaparición de Daniel Armando, las autoridades estatales han sido omisas y han restado importancia a la información que ella ha logrado obtener por sus propios medios. Por ejemplo, señala que las autoridades ignoraron una contradicción en las declaraciones de los dos policías municipales que encontraron intacta la motocicleta de Daniel Armando: mientras uno dijo que dieron con el vehículo durante un rondín, el otro aseguró que su compañero recibió una llamada en la cual le indicaron su ubicación exacta. Luz Elena asegura que tiempo después, cuando las autoridades decidieron indagar en ese asunto en particular, el policía municipal que supuestamente recibió la llamada había desaparecido. Asimismo relata que el teléfono de su hijo siguió activo por lo menos un año después de su desaparición. Lo pudo comprobar en un estado telefónico, pues el número estaba a su nombre. Hoy, en el noveno aniversario de la desaparición de su hijo, Luz Elena Ramos pega carteles con su cara en las calles de Jiménez. La acompañan otras madres y padres que buscan a sus hijos desaparecidos en otros municipios de Chihuahua, pero que hoy se enfocan en la búsqueda de Daniel Armando. En casi una década la actitud de las autoridades hacia las víctimas ha cambiado poco o nada, señala Luz Elena. Si en algo se parecen los gobiernos de César Duarte Jáquez y Javier Corral Jurado, es en la indiferencia con la que han tratado las familias que buscan a sus desaparecidos. Daniel Armando, a quien su madre describe como un joven cariñoso, inteligente y amable, es un aficionado de la mecánica automotriz. Estudió una carrera técnica en el Cecati de Ciudad Juárez. Por eso su madre conserva los carritos de juguete con los que adornó sus repisas. Luz Elena habla de su hijo en presente y nunca en pasado. Dice cómo ‘es’ él y no cómo ‘era’. Asegura que, mientras tenga fuerzas, lo seguirá buscando en el desierto, en el pueblo donde desapareció y en la ciudad donde vivió con ella durante 17 años. Su cuarto está como lo dejó. A Luz Elena le gusta tenerlo así. En los últimos nueve años lo único que ha cambiado son las pesquisas que se amontonan sobre su peinador, las fotos que piden información de su paradero, las prendas que rezan una promesa irrenunciable: Te buscaré siempre. https://www.youtube.com/watch?v=3rY9zGI6Fxc&feature=youtu.be