junio 8, 2025

Contingencia impacta en comercios formales e informales

Ciudad Juárez, Chihuahua.— Antes de que las autoridades de salud del estado de Chihuahua recomendaran a la ciudadanía permanecer dentro de sus viviendas para prevenir nuevos contagios de la epidemia mundial del coronavirus COVID-19, parte de la rutina de Valeria Tolentino consistía en acudir cada semana a los diferentes mercados de segunda mano para comprar ropa que posteriormente vendería en su tienda en línea. Ahora las cosas han cambiado. Con la próxima entrada a la fase dos —transmisión comunitaria del virus— de la contingencia sanitaria, Valeria teme que sus ventas disminuyan y esto impacte su economía. Desde 2018, la joven de 25 años de edad se dedica a comprar ropa en las ‘segundas’ de la ciudad para venderla a través de su página de Facebook e Instagram, Tres Líneas. Además de obtener un ingreso, con su actividad económica busca fomentar la ‘moda sostenible’ (slow fashion) que consiste en apostar por el reciclaje de prendas para evitar la compra a grandes empresas de moda que generan un impacto negativo en el medio ambiente. Al ser este su único ingreso, Valeria tomó hace unos días la prevención de comprar ropa suficiente que le permita generar recursos en las próximas semanas, ya que las autoridades prevén incrementar las restricciones de circulación a la ciudadanía.

“Por ejemplo, en la cuestión de las segundas, estoy casi segura que ya las cerraron y sí me afecta porque siempre es mejor ir a resurtir ropa después de que le doy cierta circulación en las redes sociales y ahora no puedo. Cuando se me acabe la ropa no sé qué voy a hacer”, comenta.

Y aunque todavía no ha notado una baja considerable de ventas, reconoce que hay clientes frecuentes que no le han comprado por estar resguardados en sus casas, cumpliendo una de las recomendaciones emitidas por las autoridades sanitarias. La situación ha orillado a Valeria a implementar nuevas estrategias de venta, como descuentos de hasta el 30 por ciento, depósitos bancarios para apartar la ropa y entregas aseguradas hasta que pase la contingencia.

Cortesía / Tres Líneas
El principal sistema que usa para vender consiste en programar citas con los clientes en alguno de los diversos puntos de entrega ya establecidos para hacer el intercambio de la prenda por el dinero, no obstante, este tuvo que ser modificado temporalmente.

“Ahora opté porque hagan el depósito a mi cuenta y yo se las entrego cuando pase la situación. Sería como comprar en línea y esperar a que llegue el pedido. También tuve que hacer un descuento por eso, para que se animaran a comprar, que esto también me afecta pero fue mi adaptación para poder seguir vendiendo”, indica.

De acuerdo con los resultados del cuarto trimestre de 2019 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en Juárez existe una tasa de informalidad laboral del 29.8 por ciento, lo que coloca a esta frontera como una de las ciudades del país con menor cantidad de trabajadores informales. Datos proporcionados en el Informe Así Estamos Juárez 2019 de la asociación civil, Plan Estratégico de Juárez, muestran que durante el 2017 el Gobierno Municipal entregó 335 permisos para vendedores ambulantes, mil 36 a comerciantes semifijos y únicamente 235 a vendedores fijos. Valeria considera que con esta epidemia mundial se harán visibles varias problemáticas, una de ellas, “las condiciones de trabajo en las que nos encontramos muchos trabajadores informales, que incluso con una política pública no se alcanzaría a cubrir a todos”. Por su parte, Adriana García Espejel en su tesis “Empleo informal juvenil en mercados tradicionales y Facebook en Ciudad Juárez, Chihuahua (2012-2018)”, reconoce que “el Estado mexicano ha elaborado y aplicado programas de política pública laboral de cobertura nacional, regional y local, las cuales han demostrado un bajo impacto en Ciudad Juárez, Chihuahua, al no incidir en la disminución y la erradicación de empleo informal en los jóvenes”. Desde la perspectiva de Valeria, el trabajo informal, lo que ella y muchas otras personas realizan, es problemático para el Estado ya que no pagan impuestos ni tienen regulaciones. Sin embargo, opina que debería existir un respaldo, como se hizo con los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban en el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro.

“La gente que estamos en la informalidad deberíamos tener un respaldo económico ante estas situaciones y no todo el tiempo pero sí ante una situación como esta”, agrega.

García Espejel, en el mismo sentido, aporta que la carencia de nuevos modelos de política pública laboral “ha precarizado la seguridad social de los jóvenes, quienes al enfermarse o al llegar a la tercera edad estarán desamparados”. Existen también las problemáticas a las que se enfrentaran los negocios locales que son formales, como el restaurante de comida asiática-mexicana, Hamsa, cuyo propietario, Jacob Rodarte, tuvo que cerrar temporalmente por la contingencia. El restaurante inició como un pequeño local de la plaza de comidas del Pueblito de Don Cuco en 2016. Luego cerró esa sucursal para abrir un comedor en la plaza San Jerónimo, sobre la avenida López Mateos. Jacob cuenta que desde hace más de tres semanas comenzaron a tomar medidas de higiene más estrictas, como proporcionarle gel antibacterial a sus clientes y desinfectar constantemente todas las superficies del restaurante.

“Más adelante reducimos el aforo a 10 mesas y cada una tenía dos metros de distancia. Con esto sí disminuyó el consumo, normalmente recibimos unas 10 mesas cada hora y media, de esas 10 mesas en las últimas dos semanas empezamos a recibir tres o cuatro”, indica.

Ante la falta de clientes en el comedor, comenzaron a enviar pedidos a domicilio, sin embargo, la semana pasada solo alcanzaron el 50 por ciento de sus ventas. El propietario considera que esto se debe a que el 95 por ciento de sus ventas son en el comedor.

Cortesía / Hamsa
Las preocupaciones de Jacob son varias: la salud de su personal, el pago de la renta del local, el cobro de impuestos.

“La primera decisión fue cerrar debido a que si estamos viendo que la venta es baja, necesitamos reducir los gastos. Posiblemente pudimos haber seguido abiertos con ventas a domicilio pero algunas personas que laboran aquí usan el transporte público y es exponerlos a mayor riesgo y no tiene caso”, comenta.

Explica que es afortunado al tener empleados “jóvenes” y que han permanecido mucho tiempo en el proyecto, porque esto los hizo demostrar solidaridad con él y el resto del equipo de trabajo. De acuerdo con Jacob, los ocho trabajadores comprendieron que era necesario el cierre del restaurante y además acordaron que se les pagaría el 50 por ciento de su nómina de salario mínimo.

“Es desmotivante porque el gobierno no te apoya. Nosotros vamos a seguir pagando el seguro de los trabajadores, el Infonavit, la renta, con nuestros recursos que teníamos destinados para crecimiento, pero con esto dejan de existir. Y tenemos que apoyar a nuestros compañeros, muchos restaurantes han optado por dejarlos sin paga pero no es algo que sea humano ni bueno para la sociedad porque todos necesitamos comer ”, indica Jacob.

La reflexión de Jacob es que el gobierno podría apoyar a los negocios locales al reducir los impuestos por este tiempo, aplicar descuentos, así como los recibos de los diferentes servicios. “Mi mayor miedo es perder mi trabajo de vida, es perder mi esfuerzo, pero es un riesgo que no estamos dispuestos a tomar, preferimos utilizar nuestros recursos para ser suficientes y pedir el apoyo de las personas a las que les ha gustado nuestro trabajo”, enfatiza. Tanto para Valeria como para Jacob, cada uno con distintas fuentes de ingreso, la epidemia del COVID-19 impactará sus economías y proyectos, pero ambos se mantienen a la expectativa de las nuevas instrucciones que brinden las autoridades para trazar nuevas estrategias que les permitan mantener a flote sus empleos durante las próximas semanas.