abril 20, 2024

Pueblos originarios luchan por preservar sus lenguas maternas en Ciudad Juárez

Ciudad Juárez, Chihuahua.— Silvestre Lozano Borja es originario de Nueva Santa Flora, un pueblo en el municipio de San Felipe Usila, Oaxaca. Es de allá, donde “cada temporada la montaña suelta un aroma muy agradable, muy rico, de perfumes”. Dice con orgullo que es “indígena chinanteco al cien por ciento”, al igual que su esposa y sus cuatro hijas, con quienes vive en un fraccionamiento del suroriente de Ciudad Juárez. Tiene 50 años y  hace 21 (específicamente el 9 de mayo de 2000) llegó a Ciudad Juárez en búsqueda de mejores oportunidades laborales. Sin muchas dificultades fue contratado en la misma empresa maquiladora en la que trabajaba su hermano. “Salí de la comunidad para sacar adelante a la familia porque allá no hay trabajo como aquí, maquilas. Simplemente somos campesinos, sembramos maíz, café, yucas, frijol, cilantro, tomates, para consumo de nosotros y poquito que se vende a cambio de mandado. Cuando vi que estaba mejor aquí que allá, a los dos meses le hablé a mi familia para que vinieran para acá, junté para el boleto y sí llegaron”, cuenta. Desde entonces Silvestre, su esposa, Socorro Linares, y sus hijas se sumaron a las más de 10 comunidades indígenas que habitan en la ciudad. En este tiempo, la familia Lozano Linares ha mantenido sus tradiciones y el uso de su lengua materna. No obstante, la pérdida de las lenguas indígenas es un fenómeno identificado por el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), lo cual es más común en niños, niñas y adolescentes (NNA) de 3 a 14 años de edad que viven en Juárez. Así lo mencionó el subdirector de Proyectos Institucionales del INEGI, Gabriel Franco Zepeda, el pasado 22 de febrero durante las celebraciones realizadas por la Comisión Estatal para Pueblos Indígenas (COEPI) en Juárez, en el marco del Día de la Lengua Materna. El censo de 2010 demuestra que en Juárez el 10.4 por ciento de NNA de 3 a 14 años hablaban una lengua indígena, pero para el 2020 el porcentaje disminuyó a 5.3. Es decir, se redujo casi la mitad en una década. Franco Zepeda informó que en 2010 en Juárez había 6 mil 680 personas de tres años o más que hablaban alguna lengua indígena, y aunque esta cifra, incluyendo a adultos, aumentó a 8 mil 160 en el 2020, los niños, niñas y adolescentes dejaron de hablar su lengua materna.

Conmemoración del Día de la Lengua Materna en Ciudad Juárez / Foto: Favia Lucero

“Habría que ver qué está motivando esto; son cuestiones de que está disminuyendo también el número de hijos en las familias o se está perdiendo esta cuestión de que aprendan a hablar sus lenguas maternas”, dijo Franco Zepeda.

Por su parte, el jefe de división de la Comisión Estatal para Pueblos Indígenas (COEPI) en Juárez, Jesús Vargas Campos, explica que la pérdida de la lengua materna está más presente en unas comunidades que en otras debido al tiempo que llevan inmersos en la vida urbana. Ejemplifica esto con el pueblo mazahua, que lleva en Juárez más de 60 años. Son las personas adultas mayores de esta comunidad quienes todavía conocen y hablan su lengua, sin embargo, mientras más joven es la población, es menor el conocimiento sobre el lenguaje. “El uso y el dominio del idioma materno es más escaso por esta exposición a la vida urbana”, dice Vargas Campos. Pasa lo contrario con el pueblo chinanteco que tiene alrededor de 20 años de haberse asentado aquí, además de que siguen migrando de su lugar de origen hasta Juárez. Las estadísticas del Censo de Población y Vivienda 2020 lo ratifican: en Juárez un 22 por ciento de la población indígena dijo hablar chinanteco, 15 por ciento náhuatl, 11 por ciento tarahumara, 8 por ciento mazahua, 8 por ciento zapoteco, 5 por ciento mixteco, 5 por ciento popoluca, 4 por ciento mixe, 4 por ciento mazateco y 18 por ciento otras lenguas. Con el pueblo rarámuri, dice, pasa una situación diferente pues no tuvieron que migrar a otro estado para buscar una mejor calidad de vida; “están en su propia tierra, por llamarlo así, y los papás lo siguen usando de manera constante. Han introducido muchos términos del castellano pero todavía mantienen como hilo central el idioma materno”. El proceso de adaptación a la vida urbana por el que pasan las personas indígenas es, para el jefe de división de la COEPI, una de las principales causas de la pérdida de las lenguas maternas. Pero también hay otros factores como la discriminación, la falta de políticas públicas y apoyos gubernamentales que abonan a esta problemática.

Foto: Favia Lucero

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Silvestre Lozano Borja habla de su pueblo con añoranza. Sobre todo recuerda la naturaleza: los arroyos, los árboles y las abejas. Sentado en su sala, portando su vestimenta típica, agrega que extraña mucho las fiestas patronales y el Día de Muertos. En Nueva Santa Flora, Silvestre ocupó varios cargos comunitarios, pues desde joven se ha preocupado por el bienestar de su gente. Fue policía, encargado de obras públicas, recibió capacitaciones en primeros auxilios y fue nombrado doctor del pueblo luego de asistir siete partos. A los 24 años lo nombraron autoridad máxima de su pueblo. “Di ese servicio en mi pueblo, yo ofrecí esos servicios gratuitos. Hasta el día de hoy sigo yo sirviendo a mi comunidad, eso es lo que soy y lo que me gusta también”. Por ello dejar su lugar de origen fue algo sumamente difícil, pero era lo que tenía que hacer. “La vida del indígena es muy dura, hasta me dan lágrimas cuando me acuerdo”. Ya en Ciudad Juárez la familia Lozano Linares se enfrentó a nuevos retos. El principal de ellos: hablar y entender el español. Tanto Silvestre como Socorro encontraron trabajo en una maquiladora en donde recibieron el apoyo suficiente. “Cuando yo llegué no podía platicar así, como estamos platicando ahorita, no salía la palabra. Entendía poco, nada más podía contestar ‘sí’, ‘no’. En la maquila aprendí con los compañeros, no me daba pena decir que soy indígena”, dice. Aunque sí fue víctima de discriminación en repetidas ocasiones, varias quejas en el departamento de recursos humanos de su trabajo lograron solucionar el problema. Con el trabajo de Silvestre y Socorro pudieron darle estudio a sus cuatro hijas, quienes ahora son profesionistas. En su hogar procuran hablar solo en chinanteco. El español lo hablan cuando es necesario, menciona Silvestre. “Mi hija que nació aquí no lo habla (chinanteco). Yo le hablo en chinanteco pero ella me contesta en español. Contesta alguna palabra pero el tono no está bien”.

Silvestre Lozano Borja, líder de la comunidad chinanteca en Ciudad Juárez / Foto: Favia Lucero
Silvestre, como autoridad de La Chinantla, una de las seis comunidades chinantecas en Juárez, asegura que las lenguas maternas se podrían preservar si todos los integrantes de la comunidad vivieran en un mismo espacio. Durante la pasada administración municipal encabezada por Armando Cabada Alvídrez, entre varios representantes de las comunidades indígenas solicitaron 450 terrenos para consolidarse y vivir como lo hace la Colonia Tarahumara. El proyecto no fue aprobado y solo otorgaron tres terrenos a las familias más necesitadas, cuenta. “Necesito ayuda del gobierno, que me dé terreno, eso es lo que me urge, no quiero que me den un lote aquí otro allá, yo quiero un terreno para formar la comunidad”. La Chinantla está conformada por 150 familias (todas trabajadoras de la industria maquiladora) que viven en diferentes zonas de la ciudad, como Colonial del Sur, bulevar Zaragoza, Paquimé, Riberas Etapa 9, Parajes del Sur y Eco 2000. Como la comunidad a cargo de Silvestre, hay otras cinco conformadas por 329 familias chinantecas que también se encuentran dispersas por toda la mancha urbana. Las largas distancias que separan los hogares de las familias impiden que se reúnan tan seguido, lamenta Silvestre. “Viviendo así vamos a perder las costumbres de nosotros”, como la habilidad de comunicarse a través de chiflidos. “Yo le puedo hablar a mi esposa por el chiflido, le puedo decir ‘ven para acá’, le puedo chiflar a mi hermano, y va a venir o va a contestar el chiflido”, cuenta. Sin embargo, el vivir lejos de su hermano ha impedido que continúen usando esta forma de comunicación que las personas chinantecas practican desde la infancia en sus lugares de origen. “Por eso te digo que quiero esa ayuda del terreno donde nosotros podamos formar comunidad y no perder todo esto”, enfatiza.

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La oficina de la COEPI en Juárez propuso durante la pasada administración estatal, a cargo de Javier Corral Jurado, un programa de cuidado infantil dentro de las comunidades indígenas, que tenía entre sus objetivos enseñar a los NNA las costumbres y lenguas maternas. Jesús Vargas Campos lamenta que no fuera aprobado por las oficinas centrales de la comisión, a pesar de que el equipo de Ciudad Juárez ya contaba con “todo para arrancar el programa, solo necesitábamos financiamiento”. El programa de Nanas, como se llamaría, tomaba en cuenta las mismas dinámicas que hasta la fecha tienen las mujeres de las comunidades respecto al cuidado de sus hijas e hijos. Por ejemplo, dice Vargas Campos, entre las mujeres se turnan para dedicarse al cuidado de las niñas y niños, mientras una sale a trabajar la otra se queda encargada. “Nada más buscábamos fortalecer lo que ya estaba en la práctica y nos decían que lo único que necesitaban eran hojas de cuaderno, colores, plastilina, porque no tienen qué ponerlos a hacer. Nos decían que lo único que hacen es ponerlos a ver tele todo el rato y que les dan de comer Maruchan porque no tienen otra cosa”, indica. Vargas Campos dice que el programa no era caro y que las mujeres de las comunidades estaban interesadas en participar; la propuesta consistía en entregar alimentos saludables, un cuadernillo de juegos y aprendizajes, recomendaciones de cuidado infantil y apoyo psicológico, que la COEPI Juárez se encargaría de gestionar. Además con este programa se buscaba resguardar a los NNA que están expuestos en la vía pública, así como desarrollar pertenencia cultural y habilidades en las nanas, ya que dentro de los pueblos originarios las mujeres tienen un papel muy importante pues son las encargadas de transmitir todas las tradiciones de generación en generación, según Vargas Campos. “Nosotros estamos convencidos que esto lo necesitan las familias y los niños, pero no lo permitieron”, expresa. Han optado por presentar el programa de Nanas a diferentes actores para buscar financiamiento, pero hasta el momento no han tenido éxito.

Jesús Vargas Campos, jefe de la COEPI en Juárez / Foto: Favia Lucero
En la ciudad no hay ningún otro esfuerzo que busque preservar las lenguas maternas, dice Vargas Campos. Durante la administración pasada la Secretaría de Cultura impartió talleres de lengua rarámuri pero no tenían el objetivo de rescatar las lenguas indígenas; “era más acercamiento a la cultura, no de promoción del uso de los idiomas”. El olvido institucional a este tema, desde la perspectiva de Vargas, se debe a que los políticos no consideran relevante o prioritario preservar las lenguas maternas, ni las tradiciones de los pueblos originarios. “Muchas y muchos de los indígenas no votan, no definen una elección, entonces yo digo que viéndolo de esta manera piensan: ‘¿para qué le invertimos si no va a haber mucha retribución?’ También por desconocimiento, creo que las personas que han estado más cerca de los pueblos y que se han documentado tienen esta sensibilidad para reconocer que invertirle a una cultura nos beneficiaría a todos”, agrega. Y es que las lenguas maternas “son el camino” para conocer más a fondo a las culturas. “No es el único, pero es el más favorable”, opina el jefe de división de la COEPI. La pérdida de un idioma equivale a la pérdida de tradiciones, costumbres y pueblos enteros. “Cuando usted habla un idioma, se corren unas cortinas tremendas porque entra usted a la cosmovisión, entra al cómo lo dicen y en el cómo lo dicen, va mucho de cómo lo piensan. Con el hecho de que se pierda un idioma, se cierran estas cortinas y lo único que vamos a conocer es lo de afuera, lo que alcanzamos a percibir, no lo que nos alcanzan a decir y que podamos sentir, vivir, apreciar, admirar y sobre todo valorar”, comenta Vargas Campos. En el mismo sentido, Silvestre cuenta que a las nuevas generaciones de su comunidad les aconseja seguir con sus tradiciones, más cuando se casan con una persona externa a la comunidad chinanteca. “No queremos perder (las lenguas maternas) porque no hace mal a ninguno, es una bendición de Dios que nosotros hablemos eso. Muchos de la comunidad se esconden, dicen que no son indígenas y yo les digo que no se vale porque el color, la estatura, el cabello y lo que nosotros tenemos, todo eso nos presenta como indígenas”, recalca. Aunque los programas y políticas públicas le corresponden a los gobiernos, la ciudadanía también debe involucrarse en el tema, menciona Vargas. La sociedad necesita informarse sobre los pueblos originarios, más en esta frontera que es multicultural.Debemos abrirnos a la multiculturalidad, meternos la idea de que somos diferentes y que cada quien en su particularidad tiene riquezas”, finaliza Vargas Campos. Silvestre asegura que seguirá luchando para ver a toda su comunidad en un mismo espacio, donde exista una escuela, un centro comunitario, una iglesia, y un centro de salud, aunque está consciente de que si no lo logra, es probable que regrese a su tierra natal para morir rodeado de la naturaleza que tanto extraña.