abril 16, 2024

La marcha que no debió existir

Ciudad Juárez, Chihuahua.— Era de noche, hace ya muchos años, cuando alguien me dijo que no entendía por qué abusaron de él, por qué un hombre usó su cuerpo de niño, o de niña, no importa, como objeto sexual para perpetuarlo, por más que pasen los años, como el rezago del niño herido. ¿Qué no saben todo el daño que dejan?, me preguntó o se preguntó a sí mismo, y de ninguno de los dos lados hubo respuesta. Quizá recurrentemente recuerde esa noche. Preferiría que no. Pero pasa que se vuelve inevitable. El sábado 9 de febrero fue detenido acusado de abuso sexual y violación agravada el sacerdote Aristeo Baca por una denuncia que se presentó en su contra un año antes. La víctima es una niña de once años. Y digo la víctima porque, de acuerdo con declaraciones de la defensa de la menor, el abuso sexual está comprobado; lo que está en proceso y lo que se tiene que probar es la culpabilidad o no del sacerdote. Por eso la víctima es la víctima, así, sin presunción. En otra ocasión alguien me dijo refiriéndose a algo que le pasó, “¿qué piensas que sería lo peor que te podría pasar?”. Cuando dije que el abuso sexual infantil me parece sumamente incomprensible, cruel e injusto, no dijo nada, movió su cara de arriba abajo, iluminada por sus ojos que brillaban como la luz de un faro cuando da con el mar. Una mujer me contó que la violó el novio de su mejor amiga. Que no dijo nada porque sentía vergüenza. Así, las víctimas con las que he hablado se vuelven silencio, culpa y vergüenza, como si ellas lo hubieran ocasionado. Nohemí Álvarez Quillay tenía doce años el once de marzo de 2014. A las dos de la tarde, cuando entró al baño del albergue La Esperanza, cerró la puerta, puso el pasador, se acercó a la regadera, enredó la cortina de baño en su cuello para cortar su respiración hasta que su corazón dejara de latir. Ella, que viajaba desde Ecuador e intentaba llegar a Nueva York con sus padres, decidió terminar su viaje en Ciudad Juárez. La necropsia reveló que Nohemí fue abusada sexualmente. Su vida ya estaba rota cuando cerró la puerta del baño. Ahora son las siete de la tarde. En uno de los parques de más convocatoria familiar y tradición de la ciudad hay más de cien personas reunidas: niñas, niños, adolescentes, hombres, mujeres —sobre todo— que, idealmente, no tendrían que estar aquí. Y sin embargo, tienen que. Hace más de una década inició en el estado la estrategia de combate al narcotráfico denominada Operativo Conjunto Chihuahua. Con la militarización patrullaron las calles de la ciudad 11 mil 840 elementos de seguridad. Tras el arribo de las fuerzas federales incrementaron, tan sólo en un mes, 470 por ciento los homicidios, es decir, en febrero, antes de la puesta en marcha del operativo, hubo en Ciudad Juárez 34; marzo cerró con 160 asesinatos, de acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano. También incrementaron las denuncias por violación, secuestro, homicidio, extorsión, desaparición forzada, feminicidio. A unos días de cumplir 11 años de la estrategia militar, este 13 de febrero, 400 elementos del Ejército mexicano y 200 de la Policía Federal tomaron el mando de las estrategias de seguridad y los patrullajes de sobrevigilancia. Entonces más de cien mujeres, niños, niñas, adolescentes, hombres, salieron a caminar las calles con una vela en la mano para manifestarse en contra de la violencia contra las mujeres. El recuerdo es potente e inevitable, “¿por qué lo hizo?”, “¿no sabe todo el daño que causó?”, “¿qué es lo peor que te podría pasar en la vida?”, los ojos iluminados como faros, “no dije nada porque sentí mucha vergüenza”, “cerré los ojos” y “dejé que terminara”, “no pude moverme”. Veo las cartulinas y las mantas que llevan los manifestantes: “Militarización es feminicidio y desaparición”, “proteger a niños, niñas y adolescentes, garantizar sus derechos es obligación del Estado”; los versos, “siembro laureles que no veré crecer porque disfruto la sombra de los que sembré”; los gritos, “asesinos, asesinos, asesinos son ustedes, en la guerra contra el narco las que mueren son mujeres”. La niña, pienso en la niña. ¿Qué sintió cuando le dijo a sus papás?, ¿cómo te repones de eso? La niña que ha sido atacada y amenazada junto con su familia por denunciar a un sacerdote. La niña cuya declaración publicó El Diario de Juárez especificando partes en que describe cómo abusaron de ella. La niña que vivía en una casa cuya fotografía fue publicada por el periódico El Mexicano. Y los derechos de la niña ¿existen? La niña que han sido muchas niñas y niños y adolescentes y mujeres. Por eso, aunque en lo ideal estas personas no deberían estar aquí, caminan con sus velas y sus mantas y sus cartulinas y sus voces para exigir algo que no debería exigirse: Respeto. Nada más.