abril 20, 2024

I. La frágil memoria. “Nos las arrebataron y nadie hace nada”

Una mujer corre entre autos. Es de noche en la ciudad de Chihuahua. Las luces contrastan la silueta de ella y la del hombre que la persigue. Justo en el principio de la banqueta del Palacio de Gobierno, Marisela Escobedo cae después de que su cabeza es perforada por una bala. El hombre que asesinó a Marisela Escobedo esa noche del 16 de diciembre de 2010 huyó en un vehículo blanco que lo esperaba. No se sabe, desde entonces, de manera clara y científica, quién ni por qué la mató. José Enrique Jiménez Zavala, “El Wicked”, fue detenido dos años después con armamento en la ciudad de Chihuahua. Confesó, sin presiones ni señalamientos, que él era el hombre que corrió tras Marisela aquella noche para dispararle por detrás en la cabeza. Además, dijo que coordinó y ejecutó el homicidio de 16 personas en el bar El Colorado, en la ciudad de Chihuahua. En general, se dijo responsable de más de 200 asesinatos, en promedio. El 30 de diciembre de 2014, Jiménez Zavala fue asesinado, aún sin sentencia por el caso de Marisela Escobedo, por su compañero de celda. El asesinato de Marisela quedó cerrado sin un sentenciado, sin una prueba científica, sin culpable. La historia del homicidio de Marisela inicia con dos delitos fuertemente vinculados: la “desaparición” y el asesinato. El primero, el de su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo, de 16 años. Ahí hubo un acusado. Sergio Rafael Barraza Bocanegra confesó, luego de meses de la desaparición, que asesinó a Rubí Marisol —su pareja y con quien tenía una hija—, que dejó el cuerpo en unas ‘marraneras’ y que le prendió fuego. Llevó a las autoridades al lugar donde encontraron los restos. En la resolución final de su juicio incluso ofreció una disculpa a Marisela Escobedo por todo el daño ocasionado. El 30 de abril de 2010 el jurado conformado por Catalina Ochoa, Rafael Boudib y Netzahualcóyotl Zúñiga absolvió a Barraza Bocanegra de cualquier cargo, por “falta de pruebas”. Marisela, que tenía tomadas las manos de los ministerios públicos encargados del caso, se levantó de su lugar gritando una y otra vez un “¡no!” magnificado con el estertor que sale de la garganta pero se origina en el desconcierto total y el dolor más profundo. Lanzó al piso un Código Penal del Estado de Chihuahua. Se encaminó a la salida. Y se desmayó antes de llegar a la puerta, contenida por policías municipales. Los tres jueces fueron separados de su cargo. Un día después del asesinato de Marisela, el ex-gobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez, declaró que se seguiría un proceso administrativo contra los tres jueces por esa sentencia. Los tres renunciaron a su cargo y el proceso no pudo seguir porque ya no eran servidores públicos. Otro jurado designado para retomar el caso tras una apelación sentenció a Rafael Barraza a 50 años de prisión. Pero éste ya estaba prófugo de la justicia y fuera del estado. El 16 de noviembre de 2012, Barraza Bocanegra fue asesinado por elementos del Ejército durante un enfrentamiento en Zacatecas. “Afortunadamente, en esta desgracia, concluye este caso”, dijo el entonces gobernador seis días después. Así, sin un responsable cumpliendo una sentencia, se cerró el caso del asesinato de Rubí Marisol y el de su madre, Marisela Escobedo. Todo eso hay en una carpeta de investigación para siempre cerrada. Así se cierra una investigación en Chihuahua. El edificio del Centro de Justicia para las Mujeres en Ciudad Juárez —institución del mismo Estado al que la mujer baleada frente a Palacio reclamaba y exigía justicia— se llama, paradójicamente, Marisela Escobedo Ortiz.

En la placa del Centro de Justicia para las Mujeres está escrito incorrectamente el nombre de Marisela Escobedo Ortiz / Foto: Favia Lucero
Para entender los feminicidios es necesario ver al mismo tiempo los casos de desapariciones forzadas, como líneas que se van cruzando y que no se pueden separar. Tenemos entonces en el feminicidio, el homicidio, la desaparición y la desaparición forzada, un nudo que no se debe entender ni tratar de explicar uno por uno, de acuerdo con la directora de la Red Mesa Mujeres de Juárez, Imelda Marrufo Nava. “Lo importante es que haya una comunicación de un tejido entre los casos de desaparecidas con los de feminicidios. Para poder hacer una investigación de un tema tan complejo, se requiere un cruce de información de inteligencia en los asuntos que pudiera haber un vínculo. Como ya se probó en las acciones de personas involucradas en la trata, desaparición y feminicidio. En el caso de Juárez no se puede investigar de manera aislada”, dijo la activista de la organización que acompaña a familiares de víctimas de feminicidio. Pero la lucha de las víctimas en Ciudad Juárez es histórica. Un gobernador tras otro, desde el panista Francisco Barrio, cuya administración destacó por los casos emblemáticos de feminicidios como los del caso del Campo Algodonero, las víctimas han reclamado tener una relación cercana y directa con el encargado del Ejecutivo Estatal. Comprender el reclamo de las víctimas en el contexto de histórica impunidad que predomina en el estado, requiere voltear hacia atrás en una línea del tiempo plagada de momentos oscuros que se han intentado enterrar. En 1965 se echó a andar el Programa de Industrialización Fronterizo para hacer frente al fin del Programa Bracero y al Operativo Espalda Mojada, que deportó masivamente de Estados Unidos a los trabajadores mexicanos. El empresario y alcalde de Ciudad Juárez Antonio J. Bermúdez —nombre que lleva el primer parque industrial creado en la ciudad—, junto con otros empresarios, inició la oferta de mano de obra barata para las maquiladoras extranjeras como una manera de emplear a los mexicanos deportados. El poniente de la ciudad, un lugar desértico y casi inhabitable, fue el espacio en el que la población migrante en busca trabajo empezó a asentarse. Las calles sin pavimento ni alumbrado, las colonias sin servicios públicos, sin escuelas ni parques, fueron el escenario en el que los empleados de las maquiladoras aprendieron a vivir. Un espacio proclive a la violencia, de acuerdo con el investigador del Colegio de la Frontera Norte, José Manuel Valenzuela. Debido a los bajos sueldos, fueron las mujeres, excluidas de otros espacios laborales, el principal motor obrero de la industria maquiladora. En este contexto el crecimiento industrial fue paralelo al crecimiento poblacional que en esta ciudad estaba muy por encima de la media nacional. La mitad de la población nació fuera de Ciudad Juárez entre 1940 y 2000 (José Manuel Valenzuela, Sed de Mal, Feminicidios, Jóvenes y Exclusión Social). En 1966 había en Ciudad Juárez 54 plantas maquiladoras que empleaban a 760 personas. Para 1996 se tenía el registro de 264 plantas, en las que trabajaban 169 mil 133 personas. Junto con la población, el poniente y la industria maquiladora, creció también la violencia. El jardín que se plantó en 1965 comenzó a florecer con todas sus consecuencias. Las mujeres,  principal mano de obra de la maquiladora, fueron agredidas desde el lenguaje —las conocían como  “las maquilocas”— hasta la acción física. Empezaron a ser desaparecidas, violadas, y asesinadas, según el investigador. https://www.youtube.com/watch?v=aCFiRlsb5ag Aquí, en 1993, inició el capítulo de la “desaparición” de manera recurrente y altamente relacionada con el feminicidio y el homicidio. Así se empezó a decir que las mujeres “desaparecen”, como en un acto de magia. Fueron borradas del mapa sin una pista ni una razón más fuerte que la de ser mujer en una sociedad machista en la que eran y siguen siendo un objeto sexual, de acuerdo con Valenzuela Arce. Pero en realidad no se desaparece como en una acción que recae en nadie o en la misma persona que desaparece. A las mujeres alguien las secuestraba, asesinaba y abandonaba o enterraba en un lugar específico. Uno no desaparece: alguien se lo lleva forzadamente. Lo mismo sucedió entonces con el feminicidio. De pronto resultó que a las mujeres no las asesinaban, violaban ni torturaban. Ellas, por sí mismas, aparecían muertas, como si en cualquier momento se les detuviera el corazón sin explicación alguna. Así Juárez fue el foco internacional por “sus muertas”. Eran “las muertas de Juárez” cuando aparecía un cadáver para vergüenza y temor de una ciudad entera. Antes de eso eran sólo “desaparecidas”. Una mujer que, seguramente, “se fue con el novio” para las autoridades.